miércoles, 6 de febrero de 2013

UN TROTAMUNDOS URUGUAYO DE 75 AÑOS QUIERE LLEGAR A USHUAIA


Hijo de un italiano que tenía como profesión el vidrio, y de una uruguaya, Andrés Del Fraro nació en las inmediaciones de La Teja en 1938. A sus 7 años llegó a Argentina con sus padres que buscaban un mejor pasar económico, lo que los llevó a vivir en diferentes provincias hasta hacer base en la localidad de Florencio Varela. En las primeras vacaciones juveniles con amigos ya no volvió: recorrió el vecino país -la única provincia que no pisó aún es Catamarca- y anduvo y desanduvo más de una vez los caminos de Latinoamérica: pasó un mes y medio solo en la selva colombiana donde llegó a quemar su cédula de identidad para hacer un fuego. Europa lo vio llegar por primera vez como polizón en un barco Noruego -que desde Honduras lo llevó a Génova-, y de la cárcel lo salvó un amable cónsul uruguayo que nunca le dio su nombre pero sí un pasaje para que fuera a España y un sobre con dinero.




Andrés Del Fraro se considera un "peregrino de la vida" y ha recorrido el globo desde su juventud. Tras pasar varios años en España trabajando como estatua viviente, está en Argentina y anuncia que seguirá viajando hasta que le "den las tabas".



"No tengo nada que ver con un mochilero, muchos de ellos mienten y como si fuera una competencia dicen que llegaron a tal lugar en tantos días, tratan de cumplir proezas; lo mío es una travesía que no implica una meta y ando los caminos por simple placer, voy disfrutando del camino y me gusta conocer gente nueva", aclaró a El País desde el inicio el uruguayo Andrés Del Fraro (75 años), quien se define como "un trotamundos, un peregrino de la vida, un poco como los juglares de la Edad Media".



DESTINO ERRANTE.Hijo de un italiano que tenía como profesión el vidrio, y de una uruguaya, Andrés Del Fraro nació en las inmediaciones de La Teja en 1938. A sus 7 años llegó a Argentina con sus padres que buscaban un mejor pasar económico, lo que los llevó a vivir en diferentes provincias hasta hacer base en la localidad de Florencio Varela. En las primeras vacaciones juveniles con amigos ya no volvió: recorrió el vecino país -la única provincia que no pisó aún es Catamarca- y anduvo y desanduvo más de una vez los caminos de Latinoamérica: pasó un mes y medio solo en la selva colombiana donde llegó a quemar su cédula de identidad para hacer un fuego. Europa lo vio llegar por primera vez como polizón en un barco Noruego -que desde Honduras lo llevó a Génova-, y de la cárcel lo salvó un amable cónsul uruguayo que nunca le dio su nombre pero sí un pasaje para que fuera a España y un sobre con dinero.



Durante su raid mundial en la década del 70 conoció los compromisos del amor y se casó en Perú. El matrimonio, distanciado por sus constantes viajes que lo tuvieron trabajando en una rica Venezuela, le dio como fruto tres hijos (Gianinna Katerine, Brenda Nella y José Julio César), a los que hoy se suman tres nietos.





AFÁN DE VIDA."Fui salvavidas, corrí dos triatlones sólo por capricho y siempre llevo entre mis cosas una cuerda para saltar", aseguró.



Es que Del Fraro tiene un estado físico envidiable para sus 75 años. Es fanático de Independiente desde su juventud, burrero -"Es mi vicio, yo enderecé la Curva de Maroñas"- y seguidor de la Fórmula 1. Se formó como tornero mecánico y ha tenido cientos de trabajos para fabricar su destino de leitmotiv errante: parrillero, albañil, sereno, gomero, salvavidas y una larga lista de etcéteras. Como recolector de chatarra, en la Barcelona de 2007 lo sorprendió una ocupación que adoptaría hasta hoy: "Soy artista callejero y trabajo de estatua viviente".



Disfrazado y maquillado permanecía inmóvil sobre una tarima durante horas -toda una proeza para una persona naturalmente inquieta- y en varias ciudades de la península Ibérica los turistas lo conocieron por su personaje de torero.



Esa ocupación le permitió vivir y ahorrar para futuros viajes: "Todos allí te dicen que sacan unos 40 euros al día, pero es mentira, lo que sacás es variable y generalmente se parece más a 80 ó 100 euros", afirmó. Sin embargo lo robaron dos veces y la última se quedó sin trajes, tarima, dinero, ni documentos.



Acostumbrado a arrancar de cero, emprendió la retirada, primero hacia Uruguay y luego a Argentina. En Buenos Aires, mientras confecciona artesanalmente su nuevo traje de torero para volver al ruedo está, tal y como acostumbra, "sólo de paso" por el Centro de Integración Monteagudo; un parador para hombres ubicado en Parque Patricios, un hogar manejado por las propias personas en situación de calle.



SEGUIR CAMINANDO."Quiero llegar a Ushuaia (Tierra del Fuego)", dice al hablar de su próximo proyecto. "Ya me hice un chaleco y en breve podré terminar el traje completo y salir a San Telmo. Pero me está costando mucho conseguir la montera (sombrero del torero)", expuso y agregó, casi a modo de confesión: "A mí no me gusta el toreo como espectáculo, pero representar como estatua viviente a un torero es un medio de vida, es una figura muy conocida que en España mueve toda una maquinaria de trabajo, me funcionaba muy bien como atracción turística y me dio muchas satisfacciones en lo personal".



Este trotamundos que se prepara para seguir camino rumbo al Fin del Mundo -"seguiré mientras me den las tabas", sostiene- no le teme a seguir aprendiendo cosas nuevas: "No me siento para nada viejo, acabo de terminar un curso de computación, me regalaron un juego de magia y quiero aprender a hacer arte con globos".



MOCHILA."Antes mi hijo me criticaba la forma de vida y hoy es músico callejero, toca en el metro de Madrid", apuntó como muestra de efectividad de una filosofía de vida que invita a replicar y de la cual destaca tres aspectos: primero, que "el mundo es un pañuelo" y en todos lados se encuentra gente conocida; segundo, la necesidad de aprender a confiar en la solidaridad de los demás; y tercero, la circunstancia de viajar ligero de equipaje y no atarse a nada, pensando en que siempre se puede volver.



"Toda mi vida cabe en mi mochila", sentencia y agrega parafraseando al "gran Alfredito" Zitarrosa: "No eches en la maleta/ lo que no vayas a usar/ son más largos los caminos/ pa`l que va cargao de más. (…) Y si sentís nostalgia/ cuando mires para atrás/ no te olvides que el camino/ es pa`l que viene y pa`l que va".



El País Digital – Montevideo - Uruguay

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