Entre los 3300 contenedores con documentos de inteligencia de la Policía bonaerense que está catalogando la Comisión Provincial por la Memoria hay perlitas sobre el fallido primer festival de rock en Lobos, un concierto de Los Redondos, el comportamiento de los Almendra y tribus urbanas.
Por Juan Ignacio Provéndola
La música suena fuerte y uno de los agentes tiene que enderezar la voz para hacerse escuchar en lo alto de la terraza. “Los que hacen quilombo son los de adelante. Van de un lado a otro. ¿Viste cuando los barrabravas...”, dice, sin terminar. Cerca, un compañero asiente sin agregar nada. Está más concentrado en apuntar correctamente. Manipula la herramienta fundamental del operativo: una curiosa filmadora portátil con los comandos manuales ubicados en algo muy parecido a la empuñadura de un arma. Sus tomas son intensas y vertiginosas. No actúa como un camarógrafo sino como un francotirador. A su lado, su colega sigue con la tarea encomendada: Señala a la madre de un chico torturado y asesinado en una comisaría, luego describe la lista de artistas. Debe individualizar objetivos sospechosos.
Ocurrió en Florencio Varela, el 10 de marzo de 1996. Se cumplía un año de la muerte de Fernando Gómez y la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (Correpi) organizaba un evento para darle visibilidad a la protesta. Denunciaban que a Fernando, de 16 años, le habían roto el cráneo en una comisaría de Varela. Aquella tarde se convocaron numerosas personas, entre ellas, todos los artistas que participaron del festival. Cerró Malón, entonces la banda más masiva del metal argentino. Los servicios de inteligencia de la Policía bonaerense se interesaron no sólo por el acto de protesta en contra de la esa fuerza (pues se denunciaba un caso de “gatillo fácil”), sino también por la capacidad de movilización (popular y simbólica) que el rock ostentaba en el país. No era la primera vez que pasaba: los antecedentes vienen desde 1970.
El video que muestra esta secuencia es apenas una pequeña muestra de una entrega sobre espionaje y rock que acaba de hacer la Comisión Provincial por la Memoria. El organismo tiene la custodia del frondoso archivo de la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (Dippba), que funcionó entre 1956 y 1998. Hay 4 millones de fojas, 3300 contenedores, 800 videos y otros tantos casetes y cintas abiertas que ocupan 600 estantes, dedicados a documentar los movimientos de personas, organizaciones e instituciones que la Bonaerense juzgó sospechosas durante más de cuatro décadas. Un registro impresionante del espionaje estatal.
Tras quince años de orden y clasificación, la CPM comienza a mostrar su trabajo a través de la selección documental “De lo secreto a lo público”. Uno de los dossiers está dedicado a lo que ellos llaman “vigilancia y rock”. Ahí hay informes, fichas, audios y videos de distintas épocas. Desde el malogrado Festival de Lobos 1970 (promocionado como “el Woodstock argentino”) y la accidentada vuelta de Almendra en 1980 hasta la expansión popular del fenómeno ricotero (con un particular trabajo de inteligencia en el suspendido show de Olavarría) y la aparición de tribus urbanas vinculadas al punk, al heavy y al luego denominado rock barrial. La historia del rock argentino releída a partir de un nuevo cuerpo enciclopédico: el que componen todos los confidenciales informes de inteligencia dedicados a él.
“En esta serie compartimos diferentes momentos en los que la inteligencia se posa sobre los jóvenes con la finalidad de anticiparse a expresiones que ‘puedan atentar contra el orden social y las buenas costumbres’”, describen desde la CPM. En ese sentido, el rock aparece inevitablemente como vehículo interpelador de las narrativas juveniles. Y, por añadidura, como un objeto sospechado. ¿Qué escuchan? ¿Por qué? ¿Cuál es el mensaje oculto de sus letras? ¿Cómo visten? ¿Consumen drogas? ¿Cuál es su relación con la política? ¿Qué peligros encierran las multitudes? Obsesiones que los espías tuvieron sobre el rock argentino en el último medio siglo y que, por primera vez, salen a la luz desde aquella oscuridad.
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