jueves, 20 de agosto de 2015

Una interna familiar que salvó a dos chicas de un infierno de trata sexual



Todo empezó en el verano de 2013. Las víctimas fueron dos hermanas de 15 y 16 años. La propuesta que les hicieron era tentadora. Ellas eran de Florencio Varela. Vivían en situación de vulnerabilidad. Les prometieron "el oro y el moro", pero todo terminó en delito. Lo concreto es que las chicas fueron captadas con fines de explotación sexual y utilizadas como "objetos" en Pinamar. Según la investigación del fiscal de Mar del Plata, Daniel Adler, las chicas fueron víctimas de la explotación sexual por parte de un hombre y su hijo. Los acusados son Alejandro Daniel Aguirre, de 57 años, su hijo Gonzalo Matías, de 35, y Valeria Ester Giménez de 23, oriunda de Temperley. Todos irán a juicio. En la causa también se investigó otro caso que no llegó a consumarse como captación sexual. 

Una interna familiar entre los acusados fue clave para que las víctimas se salvaran. Luego, la denuncia de las chicas permitió la imputación contra los acusados. Según el sitio fiscales.gob.ar, la investigación inicial que estuvo a cargo del fiscal federal de Dolores, Orlando Giménez, empezó tras la declaración de las víctimas en una estación de la Policía Comunal de Pinamar. Para hacer la denuncia, las chicas escaparon del departamento donde estaban retenidas. En ese lugar, el guardián era otro hijo del principal imputado. Las adolescentes contaron que todo empezó el 19 de enero de 2013. Ese día, según su denuncia, Alejandro Aguirre pasó a buscarlas por su casa en un Renault Logan azul registrado a nombre de su hijo Gonzalo. La promesa que les hicieron fue que las llevaban a Pinamar a cuidar niños y vender productos en la playa. El contacto les había llegado a través de un vecino de Florencio Varela. Las jóvenes vivían con su abuela y hermanos, porque sus padres habían muerto. La necesidad económica las llevó a aceptar la propuesta, consignaron los fiscales. Durante el viaje, según relataron las chicas, Aguirre efectuó varias llamadas telefónicas "en código". Entre otras cosas dijo que "llevaba a las chicas para trabajar". Además, en ese viaje, el sospechoso le indicó a las chicas que cuando llegaran a destino debían usar nombres distintos y decir que tenían entre 18 y 20 años. Al llegar a Pinamar fueron alojadas en un departamento alquilado por Gonzalo Aguirre ubicado detrás de la terminal de ómnibus nueva, donde luego se sumó el otro hijo del acusado. Al parecer, el plan delictivo se cayó cuando ese otro hijo del principal acusado discutió con su padre y con su hermano, y como venganza, decidió ayudar a las víctimas a consumar la fuga. Las chicas contaron que durante su cautiverio vieron pasar por el lugar a otras cuatro mujeres. 

Durante la primera semana de cautiverio, una de las víctimas trabajó en un lavadero de autos y la otra, de niñera en la casa donde vivía el acusado con su familia. Luego, el sospechoso les habría dicho a las jóvenes: "No hay más trabajo para ellas. La guita que ganaron en una semana lo pueden ganar en un día haciendo sexo. Acuéstense con unos chabones empresarios y abogados, y limpitos". "Tienen que pensar en la billetera y no con la cabeza", les advirtieron. Recién empezaba el calvario.

ambito.com

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