A la ceremonia asistieron amigos y familiares quienes compartieron momentos, emociones y hasta graciosas anécdotas comentadas por la anfitriona Edith Pizzorno.
En el acto hizo uso de la palabra el presidente de la institución histórica Antonio Sequeira con motivo del descubrimiento de la placa en homenaje a la “Casa Pizzorno”:
-“En este acto queremos destacar la importancia de este lugar que creemos es una obligada referencia histórica en nuestra ciudad.
Decimos siempre que nuestros objetivos son señalizar lugares que consideramos históricos por lo que ha sucedido en ellos y reconocer a personas que se han destacado en nuestra comunidad. Pero el hecho de que los sitios sean históricos en realidad se debe a la sumatoria de las vivencias de las personas que allí habitaron o pasaron por ellas, aunque sea brevemente pero dejando su impronta. De lo contrario serían apenas una cáscara vacía.
Esta historia, hasta donde podemos saber, comienza a partir de una desgracia familiar. En efecto, tras la muerte de su madre, un joven, un niño casi,
pensemos que hablamos de fines del siglo XIX, 1898, Stefano Mario Pizzorno llegaría a lomo de burro desde el pueblo de Sassello, provincia de Savona en Italia, hasta Génova para embarcar en el barco Duca di Galliera con destino al puerto de Buenos Aires.
Aquí lo esperaba su tía, Catalina Pizzorno.
Ella poseía un campo de 77 hectáreas, lo que hoy constituye el barrio Pico de Oro.
Las tareas rurales entonces, comprendían el cultivo de cereales, viñedos, seguramente también la crianza de animales.
Stefano Mario formó una familia, dedicándose también a las tareas rurales. Así años más tarde junto con su hijo Luis Pizzorno fundaron el vivero “El Fénix”. En él podían encontrarse todo tipo de plantas frutales, ornamentales, viñedos con los que producían su propio vino.
Luis, a su vez, luego explotó un tambo.
La familia de Luis Pizzorno estaba integrada por su esposa “Lili” Traversone y su hija Edith. Tenemos la fortuna de que ambas nos estén acompañando.
Una anécdota que nos ha contado Edith nos relata que aquí estuvo “asilado” Ricardo Balbín después del golpe militar de 1955, cuando era perseguido por razones políticas.
Y también tenemos historias de aparecidos, fantasmas que por las noches solían pasear por los alrededores de la casa. Pero eso mejor que lo escuchemos en boca de quien mejor lo cuenta, Edith.
Finalmente, en abril de 1996, este predio fue adquirido por Promociones Santalucinas, asociación que nuclea a egresados y ex alumnos del Instituto Santa Lucía de Florencio Varela.
Es la meta de Promociones restaurar completamente estas instalaciones y para ello ya se han comenzado a realizar los estudios y consultas con técnicos a fin de hacerlo lo mejor y más rápidamente posible.
Agradecemos también en nombre de la Asoc. Amigos de la Historia Varelense por permitirnos realizar esta señalización en sus instalaciones.
Periódico EL PROGRESO
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