miércoles, 12 de agosto de 2015

Scioli-Macri, márgenes y el duelo por los votos vedette


 

Daniel Scioli debería levantar diez altares entre Tucumán y Florencio Varela como una ofrenda al peronismo -o kirchnerismo- que lo ayudó a estirarse y llegar al 38,4% de los votos que lo deja mantener activo el chip de un eventual triunfo en primera vuelta.

Los 320 mil votos de diferencia que José Alperovich le aportó en Tucumán, los 230 mil de Gerardo Zamora en Santiago, los 220 mil de Fernando Espinoza en Matanza, un caudal similar que arrimó Maurice Closs desde Misiones y los 180 mil que aportó desde Chaco Jorge Capitanich.

El top ten de los distritos donde el oficialismo arrimó los mayores caudales de diferencia se completa con San Juan (130 mil votos), Formosa (120 mil), Salta (90 mil), Almirante Brown (80 mil) y Florencio Varela (75 mil), dominio del multirreelecto Julio Pereyra.

Scioli acumuló, en el conteo último, 1,8 millón de votos más que la sumatoria de Mauricio Macri, Ernesto Sanz y Elisa Carrió, que se acumuló en la cuenta Cambiemos. Las diez "unidades electorales" mencionadas arriba representan más de 1,5 millón de votos de aquella diferencia.

Más simple: Scioli y el peronismo K todavía pueden fantasear con un triunfo en octubre gracias a que, a diferencia del resto del universo electoral, en esos diez continentes el FpV ganó por abrumadora diferencia y compensó malos -o muy malos- resultados en otros campamentos, por ejemplo Córdoba, pago chico de Carlos Zannini donde el duelo del FpV no alcanzó, siquiera, el modesto 17% que logró Eduardo Accastello el 5 de julio pasado cuando disputó la gobernación.

El dominio de José Manuel de la Sota es, para Scioli, crisis y oportunidad: allí tuvo uno de los peores resultados al quedar 400 mil votos abajo de Macri. En su campiña, el "Gallego", que fue una de las sorpresas de la elección, acumuló 630 mil votos, que representan 3 puntos nacionales: al FpV le permitían trepar hasta más allá de los 40% y a Macri quedar a un tirón de los 34 puntos.

En Córdoba, De la Sota colectó el 40% del 1,4 millón de votos que logró en todo el país. El voto delasotista, genéricamente peronista, será la vedette de la campaña que viene. El sciolismo cree que ese votante tenderá, en octubre, a migrar hacia el peronismo oficial. En el PRO confían en trepar, en esa provincia, por arriba del 40%, tal como le indican las encuestas.

Macri, ayer, planteó que su objetivo es ganar en primera vuelta. Para lograrlo debería quedarse con 15 puntos de Sergio Massa y reducir al tigrense a una expresión casi trotskista: 5%. La performance del jefe del Frente Renovador fue ambigua: sobrevivió gracias a su unidad con De la Sota pero quedó roto en lo individual al terminar con el 14%. Comparado con su mejor elección, en la provincia de Buenos Aires Massa perdió casi 2,5 millones de votos. En octubre de 2013 embolsó 3,9 millones de votos; ayer sumó 1,5 millón.

A Massa lo empezará a perseguir, cuando baje la espuma de los días, una proyección más temible: tiró hacia abajo a sus intendentes -muchos de ellos perdieron la primaria- (ver página 6), terminó tercero y lejos en Buenos Aires, su base de sustentación, y De la Sota fue un ladero funcional, socio en un pacto menos sólido que el que enlaza a Macri con Sanz y Carrió. Para seguir en carrera, sus alcaldes deberán entregarse al delivery (repartir su boleta local con Macri, Scioli o Massa para que el vecino varíe arriba pero lo respalde en lo municipal) o zambullirse en una cruzada de alto riesgo.

Aunque los estudios de opinión pública sostienen que hay una franja relevante de votantes que migró, casi impúdicamente entre Massa, Scioli y Macri en el último año, Macri tiene por delante dos desafíos. Uno, urgente, para soldar rápidamente a Sanz y Carrió, evitar ruidos internos y de ese modo sellar la posible fuga del 1,2 millón de votos carriosista-radical. El otro punto es definir dónde salir a buscar lo que necesita para, de mínima, evitar que Scioli gane en primera vuelta.

Es una ecuación compleja. En octubre habrá sólo seis candidatos, dos minorías explicitadas -Margarita Stolbizer (3,5%) y Adolfo Rodríguez Saá (2,1%). No parece la variable más accesible y a pescar entre el 3,1% que amontonó el FIT con la interna que Nicolás del Caño le ganó a Jorge Altamira, postal de que el trotskismo criollo también se tienta con los trasvasamientos generacionales. Ante eso, Macri -al igual que Scioli- debe salir a la pesca del voto de UNA. Al igual que su viejo amigo gobernador, ahora su rival presidencial, el porteño, anotó vulnerabilidades: esperaba ganar con cierto margen en Santa Fe y andar por arriba del 40% en Mendoza. No ocurrió ninguna de las dos cosas y, encima, hizo una elección floja en su distrito, Capital, donde repitió la cosecha de votos que lograron, en abril, Horacio Rodríguez Larreta y Gabriela Michetti. 

El 9-A demostró que en lo electoral nadie es profeta en su tierra: Massa le ganó por sólo 8 mil votos a Scioli en Tigre y el gobernador perdió en cinco de las ocho secciones electorales de la provincia. Como un reflujo de 2009, o el déja vu del malestar chacarero -registrado, ya, en 2013 vía Massa- el interior bonaerense se pintó de amarillo, como ocurrió con el sur santafesino, el extremo sur cordobés, el sur de Entre Ríos y este de La Pampa. Un metódico trabajo de @andy_tow permite detectar el corredor donde Macri se hizo fuerte y su fragilidad en el interior.

Scioli, además de levantar altares a los comandantes del PJ que empujaron su boleta, queda en deuda con un clan en particular: los caciques del conurbano sur, continente donde el peronismo lleva un invicto electoral y que el domingo le aportó 680 mil votos de diferencia sobre Cambiemos. Es decir: más de un tercio de la distancia que le sacó en todo el país se la arrimó la Tercera Sección. La cumbre entre Aníbal Fernández y Julián Domínguez, con sus vices, perfila la preocupación para sostener la unidad.

ambito.com

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