sábado, 17 de mayo de 2014

El orgullo de ser de Primera


Aeroparque. Cientos de hinchas fueron a recibir al plantel que logró el derecho de jugar por primera vez en la máxima categoría./ALFREDO MARTINEZ

Lo podrán contar dentro de cincuenta o más años: ayer, los hinchas de Defensa y Justicia detuvieron el tiempo en un instante de alegría suprema. Todo en Varela fue felicidad mientras la caravana de los “héroes del ascenso” se paseaba por las calles de la ciudad. En ese momento, nada importó más que ser y pertenecer a eso que estaba ocurriendo. La gente acompañó en autos, motos, bicicletas y de a pie; subida a camiones, paradas de colectivos, puentes y techos de casas; saliendo a la calle, haciendo un alto en el horario del trabajo, para levantar la mano y agradecerle a ese grupo de futbolistas y cuerpo técnico que logró el ascenso. El tiempo dejó de ser tiempo; las tristezas y miserias cotidianas dejaron de existir.
“Aunque suene a locura, el Halcón jugará por lo menos un año y medio en Primera”, explicó Juan, un veterano de mil arrugas en el rostro. Tal vez el pueblo entero estaba en la calle porque necesitaba corroborar que era verdad lo que había sucedido unas horas atrás en la lejana (y a partir de ahora amada) Provincia de San Juan. Salieron y el ómnibus que llevaba a los jugadores daba pellizcos a su paso para ratificar la sentencia: Defensa y Justicia es de Primera. De soñar se ha tratado esta historia que tiene como autor ideológico a Diego Cocca. Se trató, además, de un sueño con un concepto bien definido: intentar jugar lindo al fútbol, más allá de las infinitas carencias. El gol de Brian Fernández del miércoles por la noche coronó una temporada impensada. “Nunca creí que iba a vivir esto. Yo soy hincha fanático, y por momentos irracional, pero nunca imaginé que llegaría este momento”, dijo Pedro Recalde, hombre que debe andar por los 55 años y que es socio desde los 14. Pedro esperó -junto a cientos de personas- al plantel en la Rotonda Gutiérrez, mayormente conocida como Alpargatas. De ahí siguió la caravana por la Ruta 36. A los costado del camino, la alegría suprema, paralizante. Las casas y los comercios estaban vacíos: la gente ganó la calle para dar saludos y gritar. “Llamé a mi jefe y le dije que estaba descompuesto. El me contestó: ‘Te vas a festejar el ascenso, ¿no? Tomate el día y después vemos cómo lo compensamos’, me respondió. Esto es una locura. Pensar que vamos a jugar contra River y Boca es increíble”, le comentó Sergio a Clarín, que tenía en brazos una nena de tres años que no paraba de cantar. La familia unida y sonriente en tiempos difíciles. Otro de los logros de Cocca y compañía. Quedó claro: el tiempo se detuvo. La fila de coches fue interminable. La ruta colapsó; todo era color verde y amarillo. La caravana dobló por la Avenida Bombero Senzabello, luego por Martín Güemes y finalizó el recorrido en Avenida Mitre y Chacabuco, justo frente a la sede social del club. Los hinchas rodearon el micro descapotable y todos se unieron para cantar. Hubo fuegos artificiales y muchos llantos, algunos estridentes y otros silenciosos. “Esta es la plaza de los enamorados -explicó Laura-. El amor que le vamos a tener a estos muchachos será eterno. Sólo se puede comparar con el amor de padre a hijo”. Así se vivió. De la plaza el micro partió hacia el predio Bosques, el lugar de entrenamiento. La gente, por supuesto, acompañó. Como también acompañará a lo largo del tiempo, que, se sabe, es arrollador. Aunque está gente podrá contar, cuando guste, que detuvo el tiempo con una alegría suprema y conjunta. Al menos por un eterno momento.

clarin.com

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