A fines del 2015, Diego Cocca cumplió su misión en Racing. Renunció en llanto. Quería dejar al equipo con el que había salido campeón del torneo local clasificado a la Copa Libertadores. Después, tomar aire: descansar, ir a visitar otros clubes para ver cómo trabajan y, recién ahí, decidir en qué equipo volver a trabajar. Tardó ocho meses en reinsertarse laboralmente.
Aunque algunos equipos del fútbol argentino lo tantearon, pero Cocca rechazó las propuestas. Ya había dirigido a Defensa y Justicia, Huracán, Godoy Cruz, Gimnasia de La Plata. Terminó en Colombia. Le ofrecieron contrato en Millonarios, el club más popular de Bogotá. Y el 16 de agosto firmó su vínculo por un año, hasta mediados del 2017.
Los números de Cocca en Millonarios abruman. Disputó once partidos: ganó siete, empató uno y perdió tres. Entre las victorias, está el clásico contra Santa Fe, el reciente campeón: lo superó por 2-1 como visitante en su debut. Si bien se vislumbraba como uno de los principales candidatos a conseguir el título, todo se desplomó en la revancha de los cuartos de final. Aunque le habían ganado 2-1 la ida a Atlético Nacional, perdieron por 3-0 la revancha, en el Superclásico colombiano.
Millonarios, desde su llegada, se transformó en un equipo con gol. Promedia 2,5 tantos por partido. Todavía no alcanzó la rigidez defensiva que caracterizó a su Racing, ya que le convirtieron 1,5 goles por juego. En su plantel cuenta con jugadores como el ex San Lorenzo Pedro Franco, y Maximiliano Núñez, surgido en Estudiantes de La Plata. El emblema es Rafael Robayo, un volante mixto con mucha categoría.
Las lágrimas de Diego Cocca en conferencia de prensa cuando anunció su salida en Racing parecían un final largo, una separación longeva. Blanco, incómodo con Facundo Sava, insatisfecho con Ricardo Zielinski, quiere volver a lo viejo conocido. La pelota, ahora, está del lado del entrenador: si logra romper su vínculo en Colombia, aterrizará en Avellaneda.
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