Nahuel Pennisi tiene 26 años y es un cantante singular. Ganó un Premio Gardel y se afianza en la escena musical. Dice que para él la ceguera "no significa nada".
Ciego, no vidente, no ve. “Es lo mismo, es lo mismo”, nos ayuda Nahuel, con el ánimo de quien recomienda que no nos detengamos más de la cuenta con esto.
Después de un rato de conversación, es fácil concluir que tiene sentido del humor sobre la ceguera. Pero hay que encontrarle la vuelta al tema, porque esa virtud suele ejercerse sobre una condición incómoda mientras que a él la suya le parece de lo más llevable.
En torno a eso hay algo identificable como un plan: “Antes yo era el chico ciego que tocaba la guitarra.” “Ahora la película cambió: soy un músico que además no ve.” “Y voy a ser un artista que lo reconozcan, y el tema de la ceguera se verá como si yo fuera gordo, o rengo.”
Chico, músico, artista. ¿Se ve cómo cada palabra no cae de casualidad en cada frase? Es un chico inteligente. Conocido por su “oído absoluto”, su status en la música es el de un fuera de serie todavía en ascenso, aunque ya acreditó varios de los logros de los que fija la industria. Ganó un Premio Gardel por su disco debut, Primavera, en el rubro Nuevo Artista de Folclore. Y estuvo nominado para los Grammy latinos.
El artista ciego cantó en la ciudad que ofrece la mayor cantidad de estímulos artificiales a la vista en todo el mundo. “Las Vegas es muy visual, es cierto, pero tiene una energía tan fuerte que se nota hasta no viendo. Es inmensa. Le dije a mi manager: ‘No puedo creer lo que estoy percibiendo’. Me tocó una habitación impresionante, y yo, acostumbrado al calefón eléctrico, y a abrir la canilla, entré al baño y había un montón de botones. Es imponente. No hay un respiro. No existe la noche. La noche para mí es silencio. Allá no hay. Es como muestran las películas. Igual.”
Se crió en Florencio Varela, en un barrio de calles de tierra, vecinos queridos, parientes cerca. Ahora, por razones de logística profesional, vive con un amigo (de Varela) en un departamento de Colegiales/Palermo. Es de familia musical (en la casa escuchaban Pink Floyd, Almendra). La mamá canta muy bien y el papá tocaba en una banda. Un día, cuando tenía cinco años, su papá le tiró un bajo sobre la cama y Nahuel empezó a tocarlo como cualquier chico de los que ven, con el bajo acostado. El instrumento era de un amigo del padre, integrante de la banda. “A veces, él no podía venir y entonces mandaba el bajo en un remis. Decía: ‘Si no voy, está mi suplente’, que era yo.”
El folclorista ciego de oído absoluto que asombra a todos
Nahuel Pennisi
Cuando estaba por empezar a caminar, a los padres les habían recomendado que pusieran unas sogas en la casa, pero a su abuelo René le pareció una locura y dijo que su nieto iba a caminar como cualquiera: “Lo que hizo, y por eso es tan importante para mí, es hacerme perder el miedo. Para mí, el miedo no existe. Yo no le tengo miedo a nada”.
No ve desde que nació y tuvo chances de operarse. Lo primero que pensamos los videntes: ¿qué pasó? Responde: “No me interesó”. Entonces, los que vemos preguntamos: “¿Por qué?”.
“Los que ven piensan que, si no vieran, perderían mucho. Para mí, ver no significa nada. Nací sin vista, no tengo de qué ponerme mal. ¿Vos cómo sabés que va a llover? Porque el cielo está cubierto. Yo, por el olor a lluvia. Es lo mismo. Los dos sabemos. Yo tomo en cuenta los colores por los aromas, los estados. Cuando estoy en algún lugar con mucho verde, hay un olor muy particular que es verde. Sé que resulta muy chocante para alguien que quisiera ver, pero digo: que le den la oportunidad de operarse a los que realmente necesitan ver. Yo siento que no me hace falta. Que si viera, mi cabeza recibiría una información que no conozco. Sería muy fuerte mirar a mi mamá y no saber si es ella o es otra persona.”
Supongamos que haga falta seguir con la nota después de esto. Le robaron el primer bajo propio que tuvo y la madre le consiguió una guitarra.Un día, el papá le hizo conocer a Silvio Rodríguez y escuchó Ojalá. Un delicadeza. Dijo: yo tengo que tocar eso. Y lo tocó, obvio.
Pero su debut con público fue un poco más estratégico. Fue en la peatonal de Lomas de Zamora. Se tomó el tren con su abuela Marisa, buscó un lugar y se puso a cantar. “Pensé que tenía que arrancar con algo bien popular, y canté unos temas de Luis Fonsi y de Sin Bandera. Cantaba bajito, pero me di cuenta de que en la calle tenía que cantar fuerte. Cuando me tiraron las primeras monedas, pensé que era mi abuela, para darme ánimo. Pero no. Se había ido a dar una vuelta y me había dejado solo.”
De Lomas pasó al centro de Buenos Aires. “Tren, subte, estación Lavalle, de ahí a Florida, media cuadra, y enfrente la puerta de la galería Jardín.” Ya iba solo. “Creo que nunca dejé ni voy a dejar de ser un artista callejero. Cuando canté en Las Vegas, en los Grammy, sentía que lo estaba haciendo en representación de los artistas callejeros de mi país.”
Tocar la guitarra de forma diferente le trae algunos problemas. “Es difícil que alguien me ayude con la técnica porque no conozco a nadie que toque así. Por supuesto que otros músicos me ayudan a progresar desde lo musical. Yo los escucho, pero soy muy seguro de mí mismo. Para un artista, transmitir algo implica creérselo para adentro.” En esa franja que a veces desborda hacia el folclore y otras hacia lo melódico (y puede resumirse como “música popular”), Nahuel tiene un público amplio. “Después de los shows tengo la costumbre de quedarme saludando y me emociona que vengan chicos de 15 o 18 años y muchas personas mayores. Yo puedo tocar folclore, tango o boleros, pero lo que escucha la gente es mi identidad.”
Lógico que entre la calle y Las Vegas hubo algo en el medio. El primer acierto fue Cosquín, en 2009. Una máquina de contactos. Lo invitó el guitarrista Luis Salinas, lo llamó León Gieco, y Teresa Parodi lo recomendó para que grabara su primer disco, Primavera, que lanzó Sony en 2015. Este invierno viajó a Los Angeles para grabar el segundo. Y participó en la Misa Criolla en el Colón.
Nahuel dice que sabe perfectamente cómo fue el gol de Maradona contra los ingleses. Tiene toda la secuencia en la cabeza. También dice que sabe de táctica. “Sé mucho”, asegura, con una sonrisa pícara que en una posible interpretación quiere decir: bancate que un ciego sepa más de fútbol que vos.
El tema de la ceguera trata de ubicarlo en el lugar justo, aunque no le resulta indiferente que mucha gente “viva encerrada” por eso. “Vivir así es mucho más fácil de lo que se cree, pero entiendo que en esta sociedad, si uno es ciego, es difícil que quede de lado. En mi caso, la música y mi personalidad lo van eclipsando. Para mí, es un logro muy grande.”
clarin.com
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