domingo, 19 de febrero de 2017

“Caja de Resonancia” y una dinámica clase abierta de ritmos folclóricos

Con la puesta de sol, ayer por la tarde un grupo de jóvenes y adultos se dispusieron en forma circular con bombos, tambores, cajones peruanos, entre otros instrumentos de percusión, para dar comienzo a un taller abierto de ritmos folclóricos. La peatonal Monteagudo fue el escenario elegido por la escuela “Caja de Resonancia” para difundir su pasión por la música.



La particularidad de esta clase residió en la invitación a aquellos curiosos que desearan involucrarse; vecinos participaron con distintos instrumentos para seguir el ritmo que indicaba el profesor y coordinador general, Mariano, quien indicó que el objetivo es que “la gente se acerque y pueda empezar a meterse dentro de la cultura del tambor”.

Quienes circulaban por la peatonal, en la cuadra que une Sallarés con San Juan, no podían evitar detener su paso para poder inspeccionar esta novedosa puesta en escena que buscaba a través de la percusión exponer los ritmos folclóricos de Cuba, Perú y Argentina. Con la música se descubre “las raíces que involucran a las tres naciones”, señaló Mariano.

Los más pequeños y adolescentes llevaron consigo a sus familias, las principales espectadoras. “No en todos lados se puede difundir la música, muchos lugares son privados y uno no puede pagar”, indicó Viviana, mamá de uno de los jóvenes; y agregó: “además de conocer lugares, se hacen nuevos amigos y entre los padres nos podemos aconsejar ya que la adolescencia es una etapa muy difícil”.

Asimismo, acompañando a su hija, Luciana comentó que los chicos pueden nutrirse no solo musicalmente, sino en sociedad. “Esto les permite conectarse con otras realidades; visitan comedores, bibliotecas. Los acerca a personas diferentes”, reflexionó.

La cultura del tambor para todas las edades
“Caja de Resonancia” está cursando su quinto año y continúan atrayendo gente de distintas edades. Actualmente brindan clases gratuitas en la Universidad Nacional Arturo Jauretche.

 Lo que comenzó como una puesta en escena de amigos dedicados a la música, hoy los convierte en un grupo institucionalizado y capacitado para brindar talleres, recorriendo distintas franjas etarias: a partir de los 5 años hasta su alumno más grande, que tiene 83.

El bloque de adultos de la tercera edad halló un espacio dinámico, “se encontraron con un desafío que ellos creían que no podían hacer”, relató Mariano y enfatizó la energía que les transmite la percusión, “palabras textuales de ellos: `acá nos sentimos vivos´”.

Cada docente encuentra y sabe la particularidad de cada bloque; a los más pequeños se los introduce a través de los juegos; a los adolescentes se les respeta sus tiempos y descansos; del mismo modo que a los adultos.

“Esta es una posibilidad muy grande que nos dio el municipio porque es difícil expresarnos mediante los tambores. Vieron en nosotros la capacidad de llegar a la gente, enseñarles diferentes culturas y darles herramientas para que ellos también puedan aprender y se puedan desarrollar en la comunidad”, finalizó Mariano.

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