La noche, la violencia y la muerte, sinónimos de un barrio sin control. En esa zona del sur del Conurbano todos tienen la sensación de que “puede pasar cualquier cosa
Tres muertes jóvenes (15, 17 y 20 años) dejaron en evidencia una problemática que afecta a un sector de Florencio Varela donde se conjugan la violencia y la falta de control. Aunque funcione una comisaría cerca, persiste la sensación de que, a la salida de los boliches, puede pasar cualquier cosa.
Los casos registrados el fin de semana pasado -cuando tirotearon a cuatro adolescentes en la calle- y el anterior -en el que mataron a un chico y balearon a otro- confirmaron una tendencia que hace años pareció volverse usual. Ayer quilmespresente recorrió esa zona en la franja sur del Conurbano.
A la vera de la avenida Calchaquí, el antiguo camino para ir a Capital cuando no existía la Autopista, se erigen negocios mayoristas, zinguerías, hoteles alojamiento, distribuidoras y boliches para multitudes. Algunos de los locales bailables funcionan “pegados” unos de otros. Cuando empieza a aclarar a la mañana, se abre el territorio de nadie.
A un kilómetro de allí, en el cruce de la avenida Senzabello y Los Andes, en el barrio Monte Cúdine, estaban esperando un colectivo Denise (17), Sabrina (15), Némesis y Magalí (16). Luego ocurrió la tragedia. El episodio tomó por “sorpresa” a vecinos y comerciantes.
“Ultimamente la zona estaba tranquila, aunque en el tema robos no se salva casi nadie”, opinó Mateo Ramírez, dueño de una tapicería.
“Cuando vimos el caso en la televisión nunca pensamos que había sido acá. En el barrio vive mucha gente grande y por lo general no pasa nada”, opinó Maxi, peluquero. Los dos comerciantes trabajan a metros de donde las cuatro chicas cayeron heridas a tiros luego del paso de un agresor desenfrenado.
Sin embargo, el panorama cambia a 15 cuadras de ahí, llegando a la Calchaquí, que en ese distrito todavía se la nombra como Ruta 36. Ahí es donde se siente el descontrol y la “zona liberada” cada vez que los boliches empiezan a cerrar.
Vale hacer la aclaración que “Santa Diabla”, el local al que habían salido las cuatro amigas, queda en Ezpeleta Oeste, ya en el partido de Quilmes, a unos cuatro kilómetros de donde las atacaron. Pero esa disco también queda sobre Calchaquí, una ruta siempre minada de pozos y de tránsito pesado.
El patrón se repite cada fin de semana: grupos de jóvenes que se cruzan, algún entredicho, botellazos y heridos. Aunque sí sorprendieron las dos balaceras consecutivas, no es de extrañar que aparezcan víctimas apuñaladas o golpeados salvajemente.
“Aparecen de a varios y te patotean, se bajan de un auto y te roban... La Policía siempre se borra”, denunció un grupo de jóvenes de Varela.
Ellos, también cuatro, habían salido a bailar a “D-One” el primer fin de semana de febrero. Hoy son tres, porque a uno lo asesinaron de un tiro en el corazón.
Desde la Ruta 36, ya a las 6 de la mañana del domingo 5, volvían caminando por la misma avenida, Senzabello, hasta que todo cambió en la esquina con calle Necochea. “Nos cruzamos a un chico que, como le pedí la hora, se pensó que le iba a robar. Me contestó mal. Me enojé y me le acerqué. Y ahí sacó una pistola a dos metros de mí y me pegó tres tiros”, recordó Tomás (21).
Hoy todavía sigue herido. Un balazo le dio en el cráneo y rebotó hacia afuera, otro le impactó en un codo y el tercero le entró por la espalda, cuando ya estaba caído en el piso.
El agresor salió corriendo. Uno de los tres amigos se quedó a asistir a Tomás, y los otros dos persiguieron al tirador para frenarlo. Uno de ellos era Ezequiel: le pegaron un tiro en el corazón. El homicida anoche seguía prófugo.
“Un testigo declaró en la policía que ese mismo tipo le había querido robar a siete cuadras y dos horas antes”, aportó otro de los jóvenes.
TODO SIGUE IGUAL
Quienes salen a bailar suelen tenerla difícil para salir de allí: los remises trabajan con clientela fija y el transporte público escasea. Los vecinos prefieren ni salir cuando todavía hay peligro de disturbios o de asaltos. Los comerciantes levantan la persiana ya a media mañana, cuando el peligro parece disuelto.
Al cóctel se le suma la presunta venta de drogas y la oferta sexual explícita de mujeres y travestis, a la vera de Calchaquí, que aumenta a medida que se llega al cruce Varela.
Los colectivos y remises que no frenan, los destrozos en locales, las peleas y la sensación de que cualquier cosa puede pasar estuvieron presentes en los escenarios de los dos crímenes. Es muy probable que el próximo fin de semana todo siga igual.
quilmespresente.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario