martes, 6 de mayo de 2014

Sp. Belgrano 4 - Defensa 2: Una apacible tarde bajo amenaza

Hacía mucho tiempo que no viajaba al interior para cubrir a Defensa con tanta tranquilidad como la que me invadió en el destino del 4 de mayo. Con Miguel Ramírez, compañero de miles y miles de kilómetros -otros tanto los hice solo o con compañías diversas, muchas junto a Gustavo Moyano- llegamos a las 4 y media a la terminal de San Francisco, que en realidad no fue nuestro destino final. Nos pasó a buscar Daniel, del Grupo Cooperativo Devoto, para seguir por la Ruta 19 unos 22 kilómetros más en dirección a Córdoba capital. El pueblo de Devoto es plácido y tiene cero índice de desocupación. La mayoría trabaja en las distintas industrias y servicios del mencionado Grupo que integran diversas cooperativas. Daniel es presidente de una de ellas, El Progreso Ltda., que lleva adelante uno de los más grandes y prolijos talleres textiles del país llamado Sol Sport, un Hotel con años de historia y muy bien mantenido, un restaurante y una fábrica de plásticos y su posterior recuperado, donde se fabrican vasitos, cucharitas y envases para productos de primeras marcas como SanCor y donde todo el desperdicio es molido y reutilizado. Lo mismo hacen, en otro galpón, con los silobolsa donde se almacenan los granos en el campo.
Demás está decir que el principal club del pueblo, Sportivo Devoto, es adminsitrado también por el Grupo Coopertivo, cuyo Gerente General Domingo Berza es peronista y convive lo más bien con un intendente radical. Almorzamos como para tirar dos días seguidos. Unos buenos mates de pasada en el Hotel y Daniel nos lleva de regreso a san Francisco. Ya en el puerta del estadio “Carlos Boero”, observé alegre que muchas familias desfilaban por las boleterías. Confiaba en un triunfo del equipo de Cocca pero, sobre todo, en una tarde-noche sin sobresaltos. Camino a buscar las acreditaciones, un muchacho se pone a charlar conmigo sin mediar saludo: “ustedes que son imparciales, vieron como nos bombeó Maglio ¿no?” me dice con tono imperativo en relación al partido con Independiente de la semana anterior. Le aclaro que somos prensa partidaria de Varela, y el diálogo continúa normal, siempre dentro del mismo tema: el arbitraje. Se va sin saludar, como llegó. Una vez adentro, mi tranquilidad no se vio invadida. Armé el equipo de exteriores como de costumbre, un oficio que complementa al periodista y que aprendí desde muy chico cuando casi siempre se requería de un operador en cada cabina, hoy algo cada vez más en desuso. Miguel baja con su celular y nos prestamos a empezar la transmisión radial. A los pocos minutos de empezar, Miguel desaparece del aire y, conocedores de mis compañeros Leandro, Esteban y Rober (periodista, locutor y operador que quedaron en estudios) creímos que era una distracción suya. Pero el silencio se prolongó. Al cabo de unos 20 minutos, Miguel llega a la cabina y me susurra a micrófono cerrado: “casi no se juega el partido”. Mi repregunta encontró una temeraria respuesta. Las 6 de la tarde. Paralelamente a mi saludo a la audiencia de Radio Gran Buenos Aires, el árbitro Alejandro Castro se acercaba al estadio en un móvil de la policía cordobesa. Un patrullero más atrás viajaban los asistentes Alejo Castany y Sergio Viola. Sobre la Ruta 19, cuando una de las tribunas populares se hace visible, un grupo de barras de Sportivo se avalanza sobre el auto policial donde viajaba Castro. Lo paran. Una tardía reacción de los agentes policales fue suficiente para que el paralizado árbitro escuchara y viera lo peor: “Si hoy no ganamos, no salís vivo”. Fue literal. En la cintura de uno de los hombres se recortaba la silueta de un arma de fuego. No hizo falta nada más. Luego un pequeño acting al bajar del patrullero de los asistentes dos de los policías y ficcionar una imaginaria persecución. Nada más parecido a una trama prearmada. Lógico: los amedrentadores se perdieron entre el barrio de casas bajas ¿que hacia a dónde fueron? ¡A ver el partido, obvio! La terna arbitral llegó a su vestuario aterrada, indignada y a grito pelado. No querían jugar. La intermediación de los presidentes de ambos clubes y la “garantía” policial de que nada iba a ocurrir hicieron que el show continuase. Suspenderlo sería peor, y a la hora de tomar esa determinación hubo un alto grado de sensatez, lo confieso. El partido empezó, los goles locales empezaron a caer. El árbitro no influyó en nada en el desarrollo del juego. Eso sí: los plateístas, que me gritaban cada uno de los 4 goles y cada acción en la ñata -literalmente, porque solo me separaba de ellos el vidrio finito de la cabina- y los de las populares no pararon de insultar al árbitro en ningún momento. El objetivo conjunto de todo San Francisco era claro: había que crear un clima para asustar al árbitro, desde los medios de comuniación locales, la gente, el club y las autoriades policiales. Y en los últimos está lo grave: la policía. Chat con Gustavo Moyano. Me indica la dirección de Twitter del encargado del operativo de seguridad. Tecleo ese arroba y allí mi sorpresa. Es Marcelo Bertello Jor (@BertelloJor), el comisario de San Francisco. A veces pienso que algunas personas creen vivir solas en éste mundo hiperconectado, ya sea por pura inconciencia de la función pública y social que cumplen o porque la impunidad con la que cuentan es total. Confío en que sea lo primero. Leo sus últimos twits, apenas termina el partido. En uno desmiente que el árbitro fue apretado, cuando Alejadro Castro en persona y con policías de testigo narró lo sucedido en el vestuario. Es verdad, al no haber denuncia policial, el hecho no queda asentado judicialmente. Luego lo grave. “Un partido con tintes extraños .. gano la verde xq pegó primero y jugo bien...sino hubiese sido víctima de otra derrota x fallos del árbitro” (sic) Eso declaró públicamente el comisario en su cuenta de Twitter a las 21.59 del 4 de mayo. Lo dijo quien debía “garantizar” la seguridad de los árbitros y de todas las personas que estábamos presentes en el estadio. Según el jefe policial, si Defensa empataba o ganaba, él mismo acusaba al árbitro del resultado ¡Vaya juicio justo! El comisario en persona te declara, de antemano, culpable porque sí. Patéticamente real. El partido se desarrolló raro. Sportivo pegó primero, llegó y concretó. Con errores propios y aciertos ajenos, el local llegó a la friolera de 4 goles de diferencia. Pero la pocesión del balón era del Halcón. Luego fue 4 a 2, desafío de Castro mediante al amonestar y dejar inactivo por una fecha al ídolo local Juan Pablo Francia (tiene escuela de fútbol y hasta una Fundación) y cobrar un tiro libre casi en el área chica por caminar su arqero Rigamonti, una infracción justa que muy pocos cobran. Defensa perdió pero mantuvo su distancia de 11 puntos respecto al tercero y cuarto en la tabla de puntos. El equipo de Cocca jamás se desencajó, y eso está bien. De regreso a casa, en pleno viaje desde la provincia de Córdoba, y cuando la adrenalina baja y el sueño acecha, en mi mente empiezo a creer que el plantel de Defensa y Justicia, éste que está por cumplir el sueño de todos los que seguimos y amamos a éste club, era conciente de lo ocurrido una hora antes de empezar a jugar. Llegaron relajados al estadio, pero los invadió no el miedo, sino un especie de aura extraño, indescriptible, incapaz éste periodsita de poder explicar (tendría que invocar el alma del maestro García Marquez acaso para la pintura exacta de ese sentimiento). Defensa jugó y perdió, hasta ahí nada anormal. Me atraviezan recuerdos de viejos partidos con San Miguel en Los Polvorines, Midland en Libertad, Laferrere, Chacarita y otros tantos. Fue un partido bien del Interior, sin los ojos vigiladores de la televisión. El Halcón no jugó con el cuchillo entre los dientes, ni bajo amenaza. Prefiero -me aguanto- no indagar entre el plantel para no resquebrajar ni un ápice éste buen momento. Por eso imagino. Y creí ver que para los muchachos de Defensa y Justicia la noche en San Francisco fue, quizás, como dormir 90 minutos con un misil en el placard. No explotó, pero el sueño no lo conciliás nunca.

  Claudio Blanco
La Cadena Verdeamarilla del Gol

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