miércoles, 30 de diciembre de 2009

EL ULTIMO MENSAJE DE ROMEO ROSSELLI



El 29 de diciembre se apagó la vida de Romeo Rosselli, un periodista con muy largos años de trayectoria en Florencio Varela. En su agenda, estas palabras que –sin él saberlo- se convirtieron en las últimas; una expresión de deseos, casi un testamento que, de acuerdo con su intención, queremos compartir.

Celebremos el nacimiento de la esperanza, del Amor en su acepción más pura. Celebremos el advenimiento de la Luz y la Justicia. Celebremos la existencia del Camino, que se hará más ancho en la medida en que todos nos decidamos a transitarlo.

Celebremos su ejemplo, que nos enseñó que no hay mayor Amor que el de dar la Vida. Celebremos la desaparición de los clavos y las espinas y la persistencia de la Magia –felizmente repetible- capaz de transformar un oscuro y desnudo pesebre en un verdadero nido de vida; capaz de trastocar el ruido militar de Hitler en Polonia, el estruendo de Hiroshima, el ataque ruso a Afganistán, el bombardeo de Bush a Irak o la agresión entre palestinos e israelíes, en una música que, con la batuta de Baremboin, se impone por encima de las ruinas, ocupándolo todo y evitando todo otro protagonismo.

Celebremos el coraje de aquellos que sin nada más –ni nada menos- que su Amor apostaron a la Vida. Celebremos la decisión de aquellos que resolvieron que ese humilde y pobre pesebre era su lugar en el mundo, al que le dieron valor social y fundaron, para siempre, un derecho aquella noche de diciembre que se abrió en un rayo de luz que iluminó el pesebre para que nunca más reinara la oscuridad.

Atrás quedaron la mordaza a los Marianos Moreno, las matanzas de nuestros hermanos de los pueblos originarios, los asesinatos de Astiz o los vuelos de la muerte. Atrás, la sangre de Monte Chingolo y La Tablada.

Una Luz trajo la Justicia y la Justicia, la Paz y la Libertad.

Celebremos que la Luz es posible y que tendrá vigencia por siempre en la medida en que cada uno de nosotros decida alimentarla.

Echemos juntos a los mercaderes del templo, comprendamos a quienes no saben lo que hacen. Aprendamos a ser felices compartiendo.

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