Pasaron 19 años, 46 libros editados, 350 mil vendidos, 102.783 visitas a su página web, y 500 mil kilómetros recorridos desde la noche que se puso a escribir. «No sé por qué empecé, fue una orden que recibí y tomé el lápiz», recuerda Pancho Aquino los momentos previos a crear «Añoro», el texto que ensayó y que le dio título a su primer libro, que agotó su tercera edición.
Al arte de escribir lo descubrió a los 53 años, en 1992. Sin embargo, siete años antes, logró un primer reconocimiento en un concurso de la fundación Givré, donde participó con el cuento «Por ese amor perdido».
«Comencé escribiendo sobre el amor; nunca había pensado que podía ser escritor», confiesa el hombre que «viene de otros tiempos y oficios, y hoy cuenta a los chicos su sacrificio», como cantaba Argentino Luna que le dedicó la canción que acompaña el recorrido de su sitio en internet (www.panchoaquino.com.ar).
«Sucede que escribir para las revistas de educación, me desviaron a los niños, por los que siento un gran amor; y tengo una gran relación con los adolescentes, a los que a los que hay que entender y escuchar», explica Pancho Aquino de su gran colección de libros de cuentos infantiles.
Sus escritos aportan a la literatura argentina y mundial, ya que tiene obras traducidas al inglés, portugués, italiano, francés, quechua, guaraní y adaptadas a diferentes regiones de habla hispana.
Escribió una vez: «Es hermoso andar descalzo cuando se tiene zapatos» y «Los mates amargos de mi madre fueron los más dulces de mi vida». Ambas expresiones hablan de su vida que comenzó en Berisso y que sigue en el Cruce Varela.
Su humilde niñez, empleos de gran esfuerzo y baja remuneración, tragedias familiares, valores y activa participación en entidades intermedias de Florencio Varela, nutren las charlas que brinda en diferentes puntos del país y el continente, en las cuales promociona la lectura, transmite sus experiencias y desalienta las malas adicciones entre los jóvenes.
«Tengo sexto grado. Viví entre delincuentes, borrachos y matones, pero nunca toqué nada que no fuera mío y todo lo que quise, me lo gané, porque siempre trabajé», resume el autor de «La vida en pocas palabras», «cuentos para niños de 8 a 108 años», «Panchicuentitos» y «la vaca enamorada».
Pancho Aquino es un escritor del siglo XXI. Acumuló 15 cajas llenas de cartas, donde agradecen las charlas brindadas, en las cuales cayeron lágrimas y también se tomaron decisiones como abandonar las drogas.
Esas cartas de papel ahora son correos electrónicos que recibe a su página web o en su Facebook, espacio donde anunció su próximo libro: «la vaca se divorció», que ya disparó comentarios en la web.
«Internet es espectacular; la recomiendo porque tenes el mundo. Pero también hay que embarrarse los pies y caminar bajo la lluvia», dice para transmitir su síntesis acerca de la armonía que debe haber entre las nuevas tecnologías y la vida con la naturaleza. Desde allí, en la charla, prosigue: «los chicos tienen derecho a portarse mal, nosotros (los adultos), no. Sin embargo, nosotros nos portamos mal y ellos bien».
Además de dedicarse a la edición de «la vaca…» y meterse en lo que será su presencia en la feria internacional del libro de Buenos Aires, también se ocupa de preparar «Añoro 2», dedicado a su madre, y «Pescando en el cielo», dedicado a Mateo, el menor de los hijos del intendente de Florencio Varela, Julio Pereyra, con quien lo une una amistad de 30 años.
En un encuentro que mantuvieron ambos, recientemente, con la esposa de Pancho, Liliana, y de Pereyra, la doctora Natalia Salas, mientras Mateo jugaba con los libros, se puso de manifiesto nuevamente, otra de las enseñanzas del escritor y que Pereyra transmite en los encuentros barriales, para alentar al más sano de los hábitos, la lectura. «Aunque todavía no hayan aprendido a leer, los chicos tienen que tener contacto con los libros, aunque los deshojen, los marquen o sólo miren sus dibujos».
La Colmena en Red
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