sábado, 8 de mayo de 2010

Clarita Varela - "Hay que vivir la vida que nos toca vivir..."

Nacida en Esquina, Corrientes, el 20 de octubre de 1936, Clarita Varela es una de las maestras más conocidas y queridas de Florencio Varela. A los 73 años de edad, lógicamente jubilada luego de una trayectoria de casi medio siglo, esta docente que pasó por gran cantidad de colegios de nuestra ciudad acaba de salir airosa de un problema de salud y se muestra agradecida hacia todos los que la ayudaron en el difícil trance, además de su familia, la gente de la Guardia del Hospital Mi Pueblo, la gente del Hospital El Cruce, y las chicas de la Farmacia Lorenzelli. Casada con Hugo Ojunián, con quien tuvo dos hijos, Diego –ya fallecido- y Gustavo, y feliz abuela de dos nietas –Lucía y Catalina-, Clarita recordó con Mi Ciudad algunos pasajes de su fructífera vida y a través de estos, nos dejó, como habría de esperarse, muchas enseñanzas.


-¿Qué nos puede contar sobre su infancia?



-Yo era la menor de cuatro hermanos. Mi papá era jefe de correo, así que no durábamos en ningún pueblo, éramos muy errantes. Lo trasladaban por distintos lugares de Corrientes, y después por Entre Ríos. Hasta que vinimos acá, a la calle Vicente López 125, cuando yo tenía 12 años, y acá nos quedamos. Recuerdo mucho a mi abuela, doña Emilia, que vivió hasta los 90 años y era muy tana, luchadora, laburante …



-¿A qué jugaba?



-Solía jugar sola. Era muy imaginativa. Y medio salvaje. En verano jugábamos arriba de los árboles y por los techos, corríamos por el campo, jugábamos a la escondida…



-Y seguro jugaba “a la maestra”…



-No. Yo nunca quise ser maestra. A mí la escuela no me gustaba. Pero mi madre, Mafalda Curotto de Varela, fue directora de la Escuela 5 y si yo no estudiaba para maestra “me mataba”… Ella sí tenía vocación. Así que nos mandó a estudiar, y fui a Adrogué, porque acá todavía no estaba el colegio de hermanas. Mi hermana también fue maestra, como mamá, mi tía y mis primas…



-¿Qué aprendió de sus padres? ¿Qué cosas les quedaron de ellos?



-Muchos principios morales, mucha rectitud y una dedicación exclusiva al trabajo. Laburar con conciencia, eso me inculcaron en mi casa. Y una crianza rígida, con austeridad. Y también me quedó la ternura de mi papá. Y las ocurrencias y generosidad de mi mamá.



-¿Quiénes fueron sus primeros amigos cuando llegó a nuestra ciudad?



-En la escuela fui compañera de Oscar Suárez y también me hice amiga de Hugo, Bebi, y Amanda Mangifesta. Y de Julián y Tito Videla. El padre de ellos era compañero del mío en el correo. Y la señora Noemí de Videla era muy amiga, venía siempre a nuestra casa. Otros vecinos eran los Setler, y los Fernández, un mexicano que trabajaba en YPF y era profesor de Inglés.



-¿Cómo era aquel F. Varela?



-Chiquito. Un pueblo tranquilo. Nosotros veníamos de una ciudad muy linda, La Paz, Entre Ríos, y nos costó mucho el cambio. Para divertirnos íbamos al cine… No había TV y escuchábamos el radioteatro. A Eduardo Rudy, alguna novela, los conciertos de Falú. Y a la noche, oíamos junto a papá “Los cuentos de la vieja abadía”.



-¿Dónde fue su primera vez como maestra?



-En la Escuela 4 de La Colonia. Yo tenía 18 años. Fuimos caminando, y era muy lejos... Después viajábamos en sulky. Entre mis primeros alumnos había varios italianos, como los Giallonardo y los Santoro. Después estuve en la Escuela 8 de El Tropezón, volví a la 4, pasé a la 16, donde quedé como titular, con una directora que quise mucho, Ñata Dapena. Y en 1966 me pasaron a la Escuela Nocturna, que funcionaba en el edificio de la 1. En 1978, pasé a la 25, de Mayol y me jubilé en la 15 con Estela Girola y Mirta Grinstein como directoras. Además, fui bibliotecaria de la Escuela 44 del Barrio Luján. Y otra directora que estimé mucho fue María Teresa Villorio.



-¿Tiene alguna anécdota de tantos años de docencia?



-Muchas. Pero recuerdo una. Cuando empecé en la Escuela de Adultos me costaba mucho y un día un alumno me dijo “señorita, nosotros tenemos muchos problemas y venimos acá a pasarla bien. Haga lo mismo, venga a pasarla bien”… Con el tiempo me adapté y trabajé muy bien con los adultos.



-¿Está contenta con su vida?



-Sí. Cuando estuve enferma quería vivir. El médico me dijo que me salvé por eso, por mi gran deseo de vivir y ganas de luchar. Todavía tengo proyectos, quiero irme a vivir a Capital, más cerca de los cines y los teatros.



-¿Qué le diría a Dios si lo tuviera enfrente?



-Gracias, porque viví bien, por los padres y hermanos que tuve, por mis hijos y mi marido. Por la vida… Tuve una infancia muy feliz, de muchos juegos. Una infancia larga, con mucho campo y mucha libertad. Por eso estoy agradecida, pese a todo, porque hubo cosas que dolieron, como la muerte de uno de mis hijos en un accidente a los 20 años de edad, o la pérdida de mis padres… Pero tenemos que vivir la vida que nos toca vivir.

A.C.S. - Periódico Mi Ciudad

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