sábado, 8 de mayo de 2010

El pueblo dice NO al basural, pero los funcionarios no se dan por enterados

Florencio Varela es un distrito grande, geográficamente hablando, pero también en lo que a densidad de población se refiere, y especialmente si se traza un paralelismo con varias provincias argentinas que tienen la mitad, o menos, de sus habitantes. Sin embargo, aún con estos datos en la mano, es difícil imaginar que esa amplitud del distrito sea suficiente como para que alguien una caminando algunas cuantas manzanas y no advierta cuál es la postura que masivamente ha dejado en claro la población con respecto al proyecto de la planta de separación y clasificación de residuos.

No sólo en el centro de la ciudad, sino también en los barrios periféricos, cada comercio exhibe un cartel que reza en forma clara y contundente: «No al basural».



Y pensándolo un poco, quizá en la cuestión semántica radique el problema. Los funcionarios pasan, pero leen: «no al basural», y no logran relacionar eso con el proyecto oficial aprobado por el Concejo Deliberante, porque para ellos es una planta de separación de residuos, o de clasificación, o lo que sea, menos un basural.



Sin duda, los carteles no son vistos por las autoridades. Como tampoco son advertidas las volanteadas de los Vecinos Autoconvocados de El Pato en la zona de la «Rotonda de Alpargatas» y la Ruta 36. Y como tampoco nadie parece venir tomando nota de las reuniones casi periódicas que se realizan en la capilla del paraje, valga la redundancia eclesiástica, La Capilla.



Y lo singular es que basta con comenzar a ingresar: «no al basu…» en el buscador Google, para que sugiera automáticamente la frase: «no al basural en Varela», y arroje, así como quién no quiere la cosa, 220 mil resultados. Uno de los cuales, además, es una dirección en la red social Facebook que se llama… se llama… ¡Sí, adivinó!: «No al basural en Varela».



De tanto decirlo parece que hasta se volviera pegadiza la frase.



Y aún así, pegadiza y todo, y a pesar de que esté pegada en los árboles de la plaza Municipal con cinta adhesiva, de que se puedan leer volantes en columnas de alumbrado o semáforos, de que haya calcomanías (también pegadizas) en los colectivos que atraviesan el distrito, nadie parece tomar nota del reclamo vecinal.



El dato interesante en todo esto, quizá, sea un informe del Foro Ambiental Capital (www.foroambiental.org.ar), del año 2007 (cuando el actual gobernador había sido electo, pero no había asumido aún), que revelaba que existía ya entonces, un proyecto para abrir una docena de rellenos sanitarios para reemplazar a los del Ceamse que iban cerrando.



El mismo informe daba cuenta de que los únicos tres de esos doce rellenos a abrirse que iban a estar en el Conurbano, se iban a situar en el área de Berazategui, Florencio Varela o La Plata.



Florencio Varela, junto a Berazategui, La Plata, Berisso, Ensenada, Magdalena y Brandsen, genera 28 mil toneladas mensuales de basura, que debajo de alguna alfombra deben ser barridas.





Proser y próceres





La Constitución Nacional, comienza en su preámbulo diciendo: «Nos, los representantes del pueblo de la…». Y no sigue diciendo bla, bla, bla, pero es como si lo hiciera, porque los representantes se olvidaron hace rato de acatar la voluntad de aquellos a los que se supone que estarían representando.



Y si de corsos a contramano se trata, nada más ejemplificador que un Municipio que además de no tomar nota de la realidad, marcha entercadamente en sentido contrario. Mientras que el vendaval le da vuelta las varillas del paraguas, aseguran que el clima está delicioso.



Y esto porque, a pesar de las dimensiones del distrito, apenas a no más de una decena de cuadras de donde en poco tiempo habrá que abrir sendas a machetazos en la selva de carteles que le dicen «no al basural», unos supuestos empleados comunales repartían carteles para el PROSER.



Proser con «s». De los otros, difícil que el chancho chifle, como dice el dicho, en este distrito.



Y el Proser con «s» es el Proyecto de Separación de Residuos, en el cual, la Comuna propone a los vecinos que se den a la tarea de clasificar su basura, y entregarla por separado.



Borrando de un plumazo que la propuesta es una estrategia de convencimiento, algo así como un vaso de agua para que tragarse la planta de separación sea más fácil, está claro que la iniciativa es lógica. Y va en el mismo sentido de lo que han hecho, o están haciendo muchos otros países del mundo.



El problema está en que a la usanza tradicional de Florencio Varela, el Proser con «s» fue comunicado mediante un tríptico poco atractivo, realizado en papel de considerable inferior calidad a muchos otros menos relevantes que imprime la Comuna. En pocas palabras, parece una fotocopia, hecha además con poca tinta, y con las ilustraciones de un alumno de inicial.



Bueno, dejemos la estética. Si hay que reciclar, mejor empezar por el propio folleto del reciclado.



Pero si pasamos al contenido, ahí también hay varios problemas: se explica qué es la clasificación de residuos y cuáles son de una y otra clase. Información demasiado básica, pero sirve para que queden menos lugares en blanco en el folleto.



Explica que hay que separar los residuos secos (papel, cartón, plásticos, madera, latas, pilas, y vidrio), de los orgánicos o húmedos. Lo que no explica es cómo. ¿Hay que mezclar todo lo seco en un mismo recipiente? ¿No sería conveniente explicar en qué tipo de recipiente deben entregarse esos residuos?



Pero lo singular es que entre los «orgánicos o húmedos», el Proser con «s» menciona: restos de comida, pañales y algodón, como ejemplos. Aunque poco antes había asegurado: «los residuos orgánicos son los que no se autodegradan».



Ubicar a restos de comida con pañales deja evidenciado que es urgente un prócer con «c». Los pañales, no sólo demoran largos períodos en degradarse por los componentes que contienen en su interior, justamente para retener el líquido, sino que además, por las características de los desechos que recogen, deben clasificarse como patológicos, y al igual que los apósitos femeninos, o productos con restos de sangre, deben tener un tratamiento específico.



Los restos de comida, en cambio, así como los de plantas, retornan rápidamente al suelo, por descomposición, y ni siquiera sería necesario sacarlos del domicilio para aquellos que cuenten con una pequeña porción de tierra, o incluso una maceta grande. Esos residuos pueden formar un perfecto «composta» y generar tierra rica en humus al cabo de apenas algunos días.



Finalmente, tampoco se aclara de qué manera deben ser «entregados» estos residuos orgánicos. Lógicamente, de nada serviría poner restos de comida que degradarían en dos semanas dentro de una bolsa de nylon que lo haría en doscientos años.



Y ni hablar si habrá que usar bolsas de colores diferentes que identifiquen el tipo de residuo, quién hará estas recolecciones diferenciadas, o cómo se financiará el sistema.



Por ahora, además de ser un paso en la dirección exactamente contraria a la que los vecinos se manifestaron, el Proser con «s» está muy, muy, pero muy lejos de su pariente, el prócer con «c».

F. S. - Periódico Mi Ciudad

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