sábado, 1 de mayo de 2010

UN SISTEMA EDUCATIVO ESTABLECIDO SOBRE BASES DE BARRO

Por Oscar Fernando Baró - Docente de Florencio Varela

LA EDUCACIÓN ARGENTINA SIGUE SU LENTO, PERO SEGURO CAMINO HACIA LA DESTRUCCIÓN SISTEMÁTICA DEL RAZONAMIENTO COMO ELEMENTO BÁSICO DE LA FORMACIÓN. A MEDIDA QUE VAN PASANDO LOS AÑOS, Y SE SIGUE EXPERIMENTANDO CON PLANES DEFICIENTES, SE CONDENA A GENERACIONES DE NIÑOS Y JÓVENES AL FRACASO. NADIE SABE, POR QUÉ MOTIVO, SE INSISTE CON SISTEMAS QUE EN VEZ DE BRINDAR POSIBILIDADES SON UN DECHADO DE DESACIERTOS Y PERJUICIOS.


Nuestro sistema educativo fue estructurado siguiendo indicaciones emanadas de organismos internacionales de crédito que impusieron, como condición sine qua non, para la entrega de un préstamo de más de 40 millones de dólares, la incorporación de una estructura de enseñanza – aprendizaje que nada tenía que ver con la idiosincrasia de nuestro país y sus logros académicos.



La responsable, por aquellos tiempos, de la Dirección General de Cultura de Educación de la provincia de Buenos Aires, que ostentaba un título docente de maestra, jamás estuvo frente a un grado, lo puso de manifiesto en su poca o nula capacidad para decidir sobre los destinos de millones de niños y jóvenes.



Nunca se pudo establecer, a ciencia cierta, qué destino tuvo ese dinero que fue aceptado, ofreciendo como garantía, el futuro de varias generaciones de educandos. Lo más triste, en toda esta cuestión, es que esa persona logró una continuidad política, ocupando distintos cargos, durante la gestión de todos los gobiernos que fueron ascendiendo al poder. Esto retrae a la memoria aquellos de “quedar bien con Dios y con el diablo”, siempre se priorizaron los intereses personales por encima de las necesidades de la sociedad en su conjunto.



Hoy se habla de una “nueva escuela secundaria”, expresión política que deja al descubierto ambiciones claras de querer perpetuarse en el poder. Se pretende hacerle creer a los ciudadanos que, en esta propuesta “integradora” se obtendrán los logros necesarios para que todos, pero absolutamente todos, tengan la misma posibilidad de cumplir con el objetivo de aprender para transformarse en ciudadanos modelos y defensores del sistema democrático.



Realizando un recorrido por distintos cursos y niveles de la “nueva escuela”, el 98 por ciento de los alumnos no saben cuál es el verdadero sentido de la palabra “democracia” lo que pone de manifiesto la carencia formativa en la que están inmersos.



Hablarles de un sistema pluralista, representativo y federal; donde los tres poderes actúan de manera independiente; que existe la libre expresión de ideas y justa posibilidad de llegar a ser alguien provechoso para sí mismo, la familia –organización destruida a través de distintos períodos democráticos-, la sociedad en su conjunto y el país, que necesita de mentes claras para la formación de futuros dirigentes, es algo tan utópico como pensar que Argentina, en muy poco tiempo puede llegar a formar parte de los países del llamado Primer Mundo.



Hace muy pocos días tuve oportunidad de encontrarme con ex alumnos egresados durante los años 2000, 2001, 2002 y 2003. La pregunta de rigor fue ¿qué estaban haciendo, cuáles eran sus expectativas del futuro? Las respuestas fueron coincidentes en un punto. “Nos gustaría poder seguir una carrera universitaria o terciaria, pero no contamos con los recursos económicos necesarios. Además si tenemos en mente trabajar y al mismo tiempo estudiar, nos cuesta una barbaridad poder conseguir un empleo. Cada vez que vamos a una entrevista, es allí, donde nos damos cuenta que la escuela polimodal no nos preparó como tenía que ser. Fracasamos y debemos conformarnos con lo que podamos conseguir”. Lamentablemente esto es lo que ocurre en la Argentina de hoy. Un país que apostó al facilismo clientelar en vez de pensar en un futuro promisorio para toda la sociedad en su conjunto.



No se trata de salir a regalar computadoras portátiles –notebook- a unos pocos cientos o miles para justificar una preocupación que nada tiene que ver con la enseñanza aprendizaje. Tampoco se trata de inaugurar nuevas escuelas dejando de lado las falencias que sufren las ya existentes. Esto pone de manifiesto que, el Estado, utiliza la propaganda de obras faraónicas como testimonio –falso e irreverente- de que todo está bien encaminado y los logros están a la vista. Decía mi abuela que “no hay peor ciego que aquel que se niega a ver lo que pasa a su alrededor”.



Si lo que acabo de escribir, no tiene nada que ver con la realidad preocupante del sistema educacional, estoy dispuesto a escuchar argumentos que permitan el intercambio de opiniones. Caso contrario, pienso –por ello es que existo (René Descartes)-, que hay que abrir las puertas a otro tipo de enseñanza que permita el método deductivo de cada uno de los problemas que nos ocupan y preocupan.



¿No les parece? Oscar Fernando Baró

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