Raúl tiene cortinas negras, el escudo nacional, algunos filetes arriba de las luces delanteras, en los espejos y los simbolitos de un larga distancia: WC, tragos, televisor y calefacción. Y más aún: su celular inscripto al costado. Los demás vehículos son de la zona sur, algunos son “bondis truchos” que salen de Constitución y van a Florencio Varela. Están patentados en Capital Federal, Pilar y San Isidro.
Por la tarde, un día antes de la agresión de la patota a los docentes porteños, a Raúl lo llamó “un hombre mayor” para alquilarle un micro. “Tengo que llevar una gente a la Legislatura para apoyar una ley”, le dijo el cliente. El ex chofer de la línea 140 le pidió 650 pesos por el viaje. El hombre aceptó. “Fui a buscarlos a las 8.30, en el Puente Superí, enfrente de la cancha de Platense. El que me llamó era un tipo canoso, hablaba bien y estaba vestido de jean y camisa grande. ¿Vio el actor Darío Vittori...? Tenía un aire parecido. Me pagó ahí y subió a la gente, eran pibes de entre 20 y 25 años”, agrega. El colectivo de Raúl fue fotografiado por este diario (foto), era parte de la flota de cuatro vehículos que transportaron, como mínimo, a 120 personas.
A diferencia de los otros tres colectivos, ex líneas 17, 24 y 28, el que manejaba
Raúl dice que estacionó en Diagonal Sáenz Peña, a metros de la peatonal Florida, y el primero en bajar fue el señor canoso, quien movilizó a los pasajeros. Los otros tres micros ya estaban ahí. “Me fui a comer un sandwich de milanesa y a tomar una Coca. Y al rato me llama el que me contrató, que me fuera rápido, que ya nos íbamos. Tuve que dejar el sandwich, me acuerdo porque pagué 19 pesos y no me lo pude ni llevar”, cuenta el chofer. En ese momento, la patota ya venía en retirada.
“Como mi micro tiene candado, se subían por las ventanillas. Algunos pibes estaban encapuchados, con palos. Yo estoy seguro de que no era la misma gente que traje. Lo busqué al canoso. No estaba. Y uno me dice ‘seguí al micro verde’ y arranqué”, detalla. Según él, los micros fueron custodiados por dos motos de la Policía Federal, que abrieron paso a los micros violando los semáforos rojos, como si se tratara de una hinchada de fútbol. Las motos, asegura, lo acompañaron por la avenida Corrientes y luego por Ingeniero Huergo. Se habrían retirado al llegar al Parque Lezama.
Unas cuadras antes, en Huergo y Estados Unidos, aparecieron tres autos, dice Raúl, y un pasajero le indicó que debía seguirlos hasta terminar el viaje. “Y... en el trayecto los pibes tiraban piedras a los autos, meaban por la ventanilla, saltaban. Encima me destrozaron la parte de atrás del micro”, lamenta. “Los autos me llevaron para el puente Avellaneda, lo cruzamos, pasamos por una zona de containers, después por la Isla Maciel y se bajaron en una estación de servicio, la primera después de pasar por debajo de la autopista Buenos Aires-La Plata”, recuerda.
El destino final de la patota fue una estación de bandera blanca en la esquina de Sargento Ponce y Billinghurst (o Nicolás Avellaneda, según el mapa), a 12 cuadras del Club Dock Sud. Por todo el viaje, según él, cobró 650 pesos. “Y de yapa llevé de vuelta a ocho pibes que iban para Retiro”, agrega. Antes de cortar, Raúl aclara que tiene sus dos colectivos registrados y de sopetón pregunta: “¿Hay mucho quilombo con todo esto?”.
Emilio Ruchansky Página 12
lunes, 19 de diciembre de 2011
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