martes, 8 de febrero de 2011

¿Puede una calle de nuestra ciudad llevar el nombre de un genocida?

Hace tiempo que venimos tratando este tema y parecería que nadie quiere "tomar el guante" y hacer justicia; con una sola petición por parte del Director de Derechos Humanos de la Municipalidad, con un decreto del mismo Intendente, o un acuerdo entre concejales oficialistas y opositores, se podría redimir el grueso error de continuar ¿homenajeando? a un asesino, como fue Federico Rauch.



Por hoy y desde hace décadas una calle de nuestro partido, en el barrio de Villa Angélica lleva su nombre, quizás los vecinos nunca supieron de su triste historia, que trataremos de resumir en éstas líneas.

Federico Rauch nació en Weinheim, Baden, 1790 fue un un militar prusiano de origen bávaro que participó activamente de las guerras civiles y de las campañas expansionistas que los incipientes gobiernos argentinos efectuaron durante el comienzo del siglo XIX. Llegó a la Argentina el 23 de marzo de 1819, luego de haber militado en las tropas napoleónicas y fue asignado a las campañas punitivas que el gobierno de Martín Rodríguez organizó contra los aborígenes pampeanos, también se dice que fue contratado en 1826 por Bernardino Rivadavia para eliminar a los ranqueles de la Pampa. Estas campañas fueron un antecendente de la "conquista del desierto" que hacia fin del siglo XIX emprenderían Adolfo Alsina y Julio Argentino Roca.

El coronel Rauch, fue un mercenario europeo alquilado por Rivadavia para eliminar a los indios ranqueles, dueños y señores de aquellas bellas tierras. A tanto por cabeza, el militar con uniforme europeo cumplió la orden. "Los ranqueles no tienen salvación porque no tienen sentido de la propiedad", extendió la frontera sur para proteger a 538 propietarios beneficiados con la entrega de millones de hectáreas.

Rauch fue además quien le entregó Dorrego a Lavalle para que éste lo fusilara.

La característica fundamental de su forma de 'trabajo', que le valiera la admiración de sus congéneres, e incluso su ascenso en el escalafón militar, fue la fiereza con que se dedicaba a degollar indios, aduciendo que 'no valía la pena gastar plomo' en ellos. En uno de sus partes dice: "Hoy, por ahorrar balas, degollamos a 27 ranqueles". "Primero yo matar a los indios malos y luego a los indios buenos", decía en su media lengua.

Consideramos que mantener dicho nombre en una calle de Florencio Varela, implica una permanente y lasciva conducta de conmemoración a la labor de un militar que operó como primera línea de incursión de lo que más adelante se denominaría "Campaña del Desierto" y que significó el exterminio de varios pueblos originarios de la zona centro-sur del país, así como facilitó la expansión de los invasores blancos, con la intención de convertir el territorio en un desierto, para luego habitarlo de extranjeros pudientes, mecánica que se repite sistemáticamente aún en la actualidad.

El coronel Rauch murió en 1829, en su ley y ajusticiado por el jefe ranquel Nicasio Maciel, llamado "Arbolito", que lo lanceó en la batalla de Las Vizcacheras, cuando Rauch peleaba para el bando unitario de Juan Lavalle contra el ejército federal de Juan Manuel de Rosas. Decapitado, su cabeza fue llevada en triunfo a la ciudad y arrojada en una calle céntrica como un desafío

Según el historiador y escritor Osvaldo Bayer, preso en 1963 por solicitar el cambio de nombre de la ciudad de Rauch, un estudio de la U.B.A. demostró que el

56 por ciento de la población argentina desciende de los pueblos originarios, por lo que su no reconocimiento constituye "una falta de respeto a la mayoría del país".

Periódico El Progreso

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