Mario Oporto, titular de la cartera educativa, mencionó el caso emblemático de un colegio de Florencio Varela: la Escuela de Educación Técnica N° 2 cambió el nombre de Pedro E. Aramburu, dispuesto en años del gobierno militar, por el de Rodolfo Walsh, periodista asesinado durante la dictadura.
Las comunidades educativas de las escuelas bonaerenses podrán elegir el nombre de sus establecimentos y también cambiar su denominación por uno que represente la tolerancia y el respeto entre las personas, y rescate la memoria histórica y la defensa de los derechos humanos.
La iniciativa se adoptó en el año del Bicentenario de la Revolución de Mayo, en un proceso de revisión, ratificación, modificación y proposición de nombres de las escuelas de gestión estatal de todos los niveles de enseñanza.
De esta manera, una resolución de la Dirección de Cultura y Educación bonaerense determinó que ningún establecimiento educativo podrá llevar el nombre de hombres o mujeres que hayan integrado gobiernos dictatoriales, o que pesen sobre ellos condenas por delitos de lesa humanidad, aún cuando hayan sido beneficiados por indultos o conmutación de penas.
Mario Oporto, titular de la cartera educativa, afirmó que las denominaciones elegidas para nombrar una escuela deberán afianzar los principios de tolerancia, respeto a las creencias y a las ideas de todos los argentinos, rescatar los valores ecuménicos, la memoria histórica y honrar la democracia y los derechos humanos.
El funcionario remarcó que nadie que haya tenido una condena por delitos de lesa humanidad o que haya sido miembro de gobiernos antidemocráticos merece que una escuela lleve su nombre.
A través de esa resolución se dio la posibilidad de elegir un nombre a aquellas escuelas que sólo tuvieran una designación numérica, y a revisarlo, ratificarlo o modificarlo a aquellas que ya poseyeran una denominación.
Los nombres propuestos por los colegios deben destacar, entre otras características, la vida y la obra de personas de reconocidas virtudes cívicas que con la calidad y ejemplaridad de su accionar permitieron un mejor desarrollo comunitario, en escala local, provincial, nacional, latinoamericana o de reconocimiento mundial.
"Además, podrá resaltar un lugar, un hecho o una fecha significativa que registre nuestro país o nuestra provincia en particular, dijo Oporto.
Asimismo, se contempla la posibilidad de imponer un nombre de una nación extranjera, que además de vincularse a nuestra nacionalidad por lazos de amistad, lo sea por tradición histórica, por vínculos de sangre, étnicos, de inmigración o de comunidad de valores que contribuyan a la permanente integración.
También, se podrá optar por una denominación que tenga en cuenta expresiones que condensen un concepto valioso o una imagen poética para la educación pública y para las personas que en ellas enseñan y aprenden.
En el caso de las escuelas que ya cuentan con nombre, sus autoridades deberán ratificarlos o cambiarlos.
Pero en las que aún carecen de denominación, será la comunidad educativa - directivos, docentes, alumnos, sus familias y organizaciones o entidades comunitarias- la que deberá proponer una nueva, que surgirá de una elección entre las tres propuestas más votadas.
De la elección del nombre de una escuela participará activamente la propia comunidad educativa. Será una elección, en forma democrática, explicó Oporto.
En este caso, será responsabilidad de los equipos directivos lograr que la tarea de selección de nombres se desarrolle como auténtico acto de consulta democrática hasta llegar, por elección mayoritaria a un resultado que afirme el consenso de todos los miembros de la comunidad.
Oporto, mencionó el caso emblemático de un colegio de Florencio Varela: la Escuela de Educación Técnica N° 2 cambió el nombre de Pedro E. Aramburu, dispuesto en años del gobierno militar, por el de Rodolfo Walsh, periodista asesinado durante la dictadura.
El funcionario consideró que de esa manera "la escuela reafirma la democracia al optar por un hombre que defendió los derechos humanos, la libertad y la justicia.
Télam
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