jueves, 18 de noviembre de 2010

En Los Pilares falta el agua y hay gran cantidad de pozos

Los Pilares es humilde , como buena parte de Florencio Varela: la agricultura es el motor que impulsó e impulsa la región, muchas veces de manera precaria. Fue la precariedad lo que llevó a Vanesa a caer en un pozo sin señalizar el martes a la tarde para pasar seis horas y media a 23 metros de la superficie dentro de una excavación de riego. Ayer la zona volvió de a poco a la normalidad.




Allí, los perros duermen sin moverse durante horas al sol. Y las bicicletas y pequeñas motos son el medio de transporte más frecuente entre campos y trabajadores rurales, donde las calles son de tierra casi indiscutiblemente, salvo alguna principal inaugurada en gloriosos tiempos de campaña electoral.



Muchos de los vecinos de la pequeña localidad –con mayoría de la comunidad boliviana– viven directa o indirectamente del cultivo y paradójicamente el agua es un bien preciado y escaso. Frutillas, papas, tomates, lo principal. Como no hay agua corriente y las perforaciones para sacarla de la napa son frecuentes, hay gran cantidad de pozos, según confirman los vecinos a Clarín durante una recorrida por el barrio.



Sebastiana camina infinidad de cuadras con sus bolsas . Son dos, y están cargadas de plantines con flores. Las paga $ 1,30 para venderlas después a dos pesos. Eso, sumado a las changas de su marido en las obras les permiten juntar los $ 1.500 para vivir junto a sus tres hijos de nueve, siete y cuatro años. “Me gusta este lugar y mi trabajo, puedo trabajar y cuidar a mis hijos”, cuenta ella, que llegó a la Argentina hace once años desde Bolivia.



En las calles donde el polvo se levanta por el viento se lo ve a lo lejos a Juan Romero, santiagueño de 69 años. Con su bicicleta playera va a trabajar, cuida un campo de sembrado . Entra a las seis de la tarde y sale con el sol de la mañana. Cuidar la siembra es lo suyo, y le costó cuatro tiros en el cuello y el pecho hace quince años, cuando evitó el robo de verdura, un delito casi inevitable y que se sufre a diario.



“Vivo con mi mujer, crié mis siete hijos, trabajo de lo que me gusta y el que diga que no hay trabajo miente, acá siempre va a haber”, dice al alejarse con su bicicleta, camino al trabajo.


Clarín.com

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