miércoles, 17 de agosto de 2011
La Familia Schoenstatt celebró 60 años del Santuario del Padre
El 15 de agosto, es una fecha muy importante para la Familia de Schoenstatt argentina, porque en ese día se cumplieron 60 años de la colocación de la piedra fundamental del Santuario del Padre -primero y único santuario dedicado a la primera persona de la Santísima Trinidad-, en Florencio Varela, bendecido por el Padre Kentenich, fundador del movimiento de Schoenstatt, camino al exilio.
“A poco tiempo de comenzar el año de la corriente del Santuario queremos, además de celebrarlo a nivel nacional, compartir este momento con toda la Familia internacional, tal como lo vivió el padre Esteban Uriburu”, recuerdan los dirigentes actuales que decía la revista “Nuevo Schoenstatt”, el 19 de enero de 1977, al celebrar los 25 años del Santuario.
Desde el movimiento Schoenstatt se relata de esta manera el acontecimiento vivido entonces.
Se celebraba la fiesta de la Asunción de la Santísima Virgen. Había llovido mucho en los días anteriores. La ceremonia se hacía por segunda vez, pues en noviembre de 1949 el Padre Kentenich la había bendecido en “El Pato” (Km. 42 de la ruta 2). Ese terreno fue luego descartado.
Por esa razón no hubo mucha gente, si bien estaban representadas todas las comunidades laicales.
La ceremonia se realizó en horas de la tarde, una tarde fría y gris de agosto. Los muros del futuro Santuario ya se estaban levantando un poco sobre el nivel del suelo.
La piedra contenía un texto que dice, en una de sus partes:
“Nazaret ha de ser una viva piedra fundamental. Y los muros que sobre ella se levantarán han de anunciar un amor filial verdadero, fiel y agradecido. Este Santuario ha de ser garantía y prenda, para todos los tiempos, de que el espíritu del 20 de enero de 1942 no morirá en la Familia; de que el principio paterno será reconocido en la Iglesia y en el mundo; y de que el Reino del Padre se extenderá victorioso. Al mismo tiempo ha de ser un símbolo del amor paterno y de la fidelidad filial”.
Ese mismo día el Padre Kentenich era separado de su Obra por el representante del Santo Oficio. Se supo aquí recién el 22 de octubre, ya que en Alemania pensaban que era una medida que se revertiría en poco tiempo y no querían alarmar sin necesidad a todo el mundo. (Llamativamente, fue el 22 de octubre de 1965 cuando el papa Pablo VI anuló todos los decretos que pesaban sobre el Fundador de Schoenstatt).
Un signo de fe, un signo de unidad, un signo de lucha, un signo de victoria.
A partir del 15 de agosto de 1951 las Hermanas que vivían en Nuevo Schoenstatt, de Florencio Varela, iban todas las tardes a rezar al futuro Santuario y depositaban en el hueco que separa ambas paredes (tiene muros dobles, como el original, pero separados entre sí para ahorrar material) pequeñas bolitas de cera que representaban los aportes al Capital de Gracias.
Después del 22 de octubre rezaron incesantemente pidiendo un “milagro de confianza” para que fuera posible la presencia del Padre Kentenich el 20 de enero siguiente, tal como él lo había prometido.
El milagro se realizó, pero en circunstancias muy dolorosas: no se podía hablar con él. Llegó el 17 de enero. Desde Ezeiza fue directamente a Nuevo Schoenstatt, almorzó allí en compañía de algunos sacerdotes palotinos y laicos que lo habían buscado en el aeropuerto. Luego fue al Santuario, donde se hacían los últimos trabajos y a las 14,30, con un intenso calor, partió a pie hasta la estación de Florencio Varela para tomar el tren a Turdera, donde se alojaría en la casa de los Padres Palotinos.
El 20 de enero caracterizó al Santuario como un signo de fe, un signo de unidad, un signo de lucha, un signo de victoria.
Se despidió de la Argentina el 3 de mayo de 1952 después de celebrar la santa misa en San Bonifacio, en el barrio porteño de Belgrano (allí hay un pequeño Santuario construido ese mismo año). Antes de partir dijo:
“A más tardar espero estar de regreso el próximo mes de octubre. Entonces voy a dedicarle mucho tiempo a la Argentina. Y lo que antes no pude hacer, entonces lo he de realizar”.
Lo está haciendo. Lo seguirá haciendo. ¡Así lo esperamos entre nosotros!, concluye el relato de la dirigencia de Schoenstatt.+
AICA
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