lunes, 17 de octubre de 2011

La paciencia de los pacientes

Durante dos madrugadas este diario recorrió hospitales de la Región y dialogó con aquellos que pasan la noche a la espera de un turno. Estas son algunas de sus historias

A dormir al hospital para no pagar coleras ni perder el turno

Decidida, Norma Estigarribia salió temprano de su casa en Florencio Varela llevando una manta. Eran las 8 de la noche del jueves cuando buscó un rincón enfrente de la ventanilla donde se entregan los turnos, en el Hospital San Martín e inauguró el inicio de la fila. Si en algún momento pensó que iba a poder dormir, casi enseguida desistió. En ese lugar (la entrada del hospital) el tránsito de gente es permanente y no pasó mucho tiempo desde su llegada cuando más gente comenzó a sumarse a la fila: “una vez le pagué 50 pesos a una señora para que haga la fila por mi, otra vez vine a las seis de la mañana y me quedé sin turno. Así que llegué a la conclusión de que la única manera de garantizarme un número era llegando la noche anterior y durmiendo acá”, sostuvo.






“Tres horas de espera en silla de ruedas y el baño dos pisos más abajo”
En silla de ruedas y sin haber pegado un ojo en toda la noche, Olga Ezeiza, vecina de Barrio Jardín, se toma con filosofía la necesidad de ir tan temprano para conseguir un turno de Traumatología en el Hospital San Martín. Como es la primera vez, tomó un remisse, fue preparada y hasta llevó un jugo de frutas, por si tenía sed en tantas horas. Lo que no esperaba era que en el piso donde tenía que esperar no hubiera un baño abierto y disponible. “No lo podía creer: una vez que me instalé acá dispuesta a esperar me entero que en este piso no hay un baño accesible y que para conseguir uno tengo que ir a la planta baja”, decía.



El gesto abnegado de un vecino de San Carlos
La de Previ Accomando es una historia de amor. Con sus particularidades, que la hacen merecedora de aparecer en esta nota, pero una historia de amor al fin. Previ vive en San Carlos y cada vez que su mujer necesita ir al médico es él quien se levanta en plena madrugada dispuesto a pasar la noche en el hospital y conseguirle un turno para ahorrarle a ella los rigores de la espera. Tantas veces lo hizo, que logró aceitar una rutina que le permite ahorrar tiempo. Sabe exactamente a qué hora de la madrugada pasa el micro 307 que lo lleva hasta La Plata y siempre llega en el momento justo para tomarlo. Sabe también que, ni bien llega al Rossi, conviene sentarse cerca del televisor, porque sino la espera se hace demasiado pesada. Esta semana, Previ, que es jubilado, repitió su estudiada rutina por un turno para Clínica Médica. Su mayor satisfacción, cada vez, es saber que cuando su esposa llegue al hospital, cerca de las 7,30, él va a estar esperándola con el número del turno en la mano.



Un almohadón para reducir el dolor
Si hay un lugar en el que no quisiera estar, dice Angélica Antune, es esta sala de espera del hospital San Martín, adonde llegó a la medianoche llevando un almohadón. ¿Por qué un almohadón?: Antune explica que lo que la llevó a esa cola es un dolor de espalda muy difícil de soportar durante la larga espera que debe pasar contra el duro respaldo de un sillón. Alrededor, otros, los que pueden y consiguieron un lugar para hacerlo, duermen. Ella sólo consiguió un espacio reducido, así que, apoyando el almohadón en su espalda, se dispuso a esperar.

El Día - La Plata

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