lunes, 4 de junio de 2012

Cristina Fioramonti Una militante de la avanzada contra el sciolismo

Yo también soy CFK", afirma, sonriente, Cristina Fioramonti de Kunkel. Lo dice en broma, pero no tanto. En el microcosmos del ultrakirchnerismo, donde la incondicionalidad es el valor más preciado, la senadora bonaerense lleva al extremo la identificación con Cristina Fernández de Kirchner. No le faltan razones: desde diciembre, como presidenta del bloque del Frente para la Victoria, está parada en la primera línea del único campo de batalla político que desvela al oficialismo: la imagen positiva del gobernador Daniel Scioli.
Hasta hace unos meses, esta elegante abogada de Florencio Varela, de 54 años, era una habitante más del Senado provincial, a donde llegó en 2007. Respetada por su ritmo de trabajo en la Comisión de Legislación General, así como por los congresos y las actividades académicas que organizaba frecuentemente, su perfil rara vez trascendía el plano técnico. "Esposa de Kunkel", debían aclarar las crónicas periodísticas, si la mencionaban, para aludir al diputado ultrakirchnerista Carlos Kunkel.




Todo cambió en noviembre de 2011, cuando Gabriel Mariotto le avisó que iba a ocupar la presidencia del bloque. Desde entonces, secundó al vicegobernador en cada desafío al sciolismo. Apoyó comisiones para investigar a la policía bonaerense. Habilitó pedidos de informes contra el Poder Ejecutivo. Les pidió menos "rosca" y más trabajo a legisladores de "La López Rega", como llama -también en broma, pero no tanto- a la agrupación La Juan Domingo. Desautorizó, incluso, las aspiraciones presidenciales del gobernador. "No tenemos un proyecto provincial ni municipal ni parlamentario. Somos militantes de un modelo nacional que conduce Cristina", le recordó.



También fue artífice, junto a Mariotto, de la negociación que terminó de enervar al sciolismo: el 10 de mayo pasado, con los productores rurales rodeando el Senado, consiguió que la oposición aprobara la reforma tributaria que necesitaba el gobierno provincial. A cambio, habilitó un pedido de informes sobre los gastos publicitarios de Scioli. Los sucesivos fracasos del Poder Ejecutivo para sancionar esa reforma en Diputados, aprobada recién esta semana, terminaron por avalar su método. Los rencores, sin embargo, quedaron.



Cuando Mariotto sostuvo que en el Senado se habían acabado las "valijas" para pagar leyes, Fioramonti tuvo que diferenciarse. Ella, que integraba el Senado en la gestión anterior, dijo que nunca había visto las famosas valijas. "Eramos un grupito aparte, no participábamos en las decisiones", explicó a La Nacion. Su ex jefe de bloque, Osvaldo Goicoechea, la refuta: "No es cierto, tenía relación directa con Alberto Balestrini [ex vicegobernador y titular de la Cámara alta]. Pero a diferencia de Balestrini, ella exige obediencia debida a Olivos, no a la gobernación".



Por Mariotto proclama la misma incondicionalidad que por la Presidenta. No es una especulación: lo afirma la propia Fioramonti, en una frase sin desperdicio, que enlaza obediencia militante y mística kirchnerista en cantidades. "Cuando Mariotto me dijo que lo tenía que acompañar en la presidencia del bloque, no pregunté por qué. No puedo explicar cómo se originó esa designación porque no pregunto lo que no me dicen. ¿Querés que te diga por qué? Porque, para mí, Mariotto en la Cámara de Senadores es la corporización de Cristina. Cuando me da una orden, yo siento que es Cristina la que me lo pide."



Ese fervor verticalista, así como la militancia peronista en general, tardaron en llegar a su vida. De hecho, sus padres, Dante y Neli Fioramonti, nunca alentaron la militancia de su única hija. Neli, empleada pública, era "apolítica", dice Cristina. Dante, un taxista que admiraba a Eva y Juan Perón, le pedía no meterse en política. Que no hablara de eso.



El colegio, el Sagrado Corazón, de las monjas franciscanas, tampoco ayudó. Sus únicas amonestaciones las recibió a los 15 años, cuando en medio de la escuela decidió cantar a los gritos la marcha peronista. "Fue porque conocíamos la realidad de los barrios", recuerda Adriana Ferrari, una amiga de esos años. Fioramonti duda. Cree, en realidad, que cantó la marcha sólo por transgredir.



Las monjas quisieron mandarla al psicólogo. "Recuerdo que en el 73 me sentía peronista. Tenía sólo 15 años, quería votar, pero ni imaginaba que en esa elección iba como candidato a diputado el que iba a ser mi marido", dice Fioramonti, en alusión a Kunkel. Tanto Ferrari como Graciela Talarico, otra amiga de ese entonces, recuerdan el carácter hiperactivo, "polvorita", de esa chica que fue la delegada en cada año de la secundaria y que se animó a pedirle fondos al intendente para pagar el viaje de fin de curso. Y los obtuvo.



La etapa universitaria tampoco sería propicia para entrar a la política: empezó abogacía en marzo del 76, cuando comenzaba la última dictadura militar. "La magnitud de la militancia en La Plata fue un choque", recuerda. Pero sus estudios en la Universidad Católica platense la mantuvieron al margen.



Con el título bajo el brazo, Fioramonti armó un estudio "especializado en lo que viniera", que pagaba con su sueldo de maestra en una escuela de Quilmes.



"Mi militancia, en realidad, empieza en 1987, cuando entré a trabajar como asesora de Julio en el Concejo Deliberante", explica. "Julio" es Julio César Pereyra, por entonces concejal del PJ y mano derecha del intendente Julio Carpinetti, a quien reemplazó primero de manera interina, en 1990, y luego por los votos, en 1992. Seis reelecciones después, Pereyra sigue en el cargo.



Fioramonti se convirtió en directora del área legal del municipio. Allí conoció a Kunkel, 13 años mayor, mano derecha y secretario de Gobierno de Pereyra. "Tenía 32 años, era solterísima", dice, al recordar cómo, en 1990, conoció a "ese tipo desgarbado" que la "impactó" con su trayectoria. Kunkel tenía 45, ya había estado casado. Era, de hecho, abuelo. Pero también había sido el jefe de la Juventud Peronista de La Plata, el diputado que llegó al Congreso con Héctor Cámpora, el montonero que pasaría buena parte de la dictadura detenido y torturado.



"Es un señor muy mayor", se preocupaba Fioramonti frente a sus amigas, que todavía hoy la cargan por eso. Se casaron al poco tiempo y tuvieron a Macarena (17) y Guadalupe (15). "Hoy, mi hija de 15 años entiende de política mucho más que nosotros a su edad", se enorgullece. La militancia, con todo, picó más fuerte en Macarena, que dentro del Colegio Nacional de Buenos Aires integra La Jauretche y, fuera de él, La Cámpora. Dicen que Kunkel le tarareaba la marcha peronista ya en la cuna. También, que la aprendió a cantar antes que al himno nacional.



Menem, Duhalde, Kirchner...



En los hechos, el matrimonio con Kunkel fue también una alianza inquebrantable con Pereyra, con quien nunca tuvieron un desencuentro. "Pereyra es un barón típico del conurbano, con 20 años en el poder, que fue tan menemista y duhaldista como ahora es kirchnerista", explica el periodista de Florencio Varela Alejandro César Suárez. Lo secundan los concejales Alejandro Estupiñán (GEN, mandato cumplido), Héctor Salatino (sabbatellista) y Dardo Ottonello (PJ disidente), quienes no recuerdan un solo acto de Pereyra por los derechos humanos antes de la era Kirchner.



Tampoco vieron a Fioramonti militando en el territorio. "Recién apareció en la política pública en 2007, cuando llegó al Senado; antes era intrascendente en términos políticos", vuelven a coincidir. "En esa época prioricé estar presente para mis hijas", explica Cristina, que tampoco esquiva los pases de factura sobre la etapa prekirchnerista: "Todos pasamos por Menem, por Duhalde, yo no voy a esconder eso".



En 2002, mientras Pereyra compartía actos con el gobernador cordobés José Manuel de la Sota, por entonces candidato presidencial de Duhalde, Kunkel se reencontraba con Néstor Kirchner, a quien había dirigido en la JP platense. En 2003, se convertiría en subsecretario general de la Presidencia del santacruceño. Fioramonti, ya especializada en derecho administrativo, pasaría al área legal del Tribunal de Tasación del Ministerio de Planificación Federal. Hasta 2007, cuando llegó al Senado bonaerense.



¿Qué mantuvo todo esos años? "El carácter", coinciden amigos y no tanto. "Es muy frontal, muy derecha, realista, a veces dura", enumeran los primeros. "No admite el disenso", agrega el resto. La comparación con Kunkel, famoso por no ponerles freno a sus rabietas, es inevitable. "Pueden ser igual de firmes, pero los estilos son distintos", reconocen todos. Por caso, Fioramonti recibió inmediatamente a este cronista cuando supo de la elaboración de su perfil. Su marido, en cambio, no quiso opinar.



"Vos sos un puño de acero en un guante de seda. El problema lo tienen quienes sólo ven el guante", le dedicó hace poco un senador. Fioramonti disfruta el cumplido, como cada vez que la comparan estéticamente con la Presidenta. Aunque sea por oposición a sus respectivas parejas, los "desgarbados" Kirchner y Kunkel.



La actividad física es otra costumbre que nunca abandonó. Siempre al aire libre, incluso si para ello debe salir a correr a las 5 de la mañana. Su última pasión es el remo, que empezó a practicar en Quilmes. Hoy lo hace en Puerto Madero. Para su cumpleaños número 54, los empleados de su despacho le regalaron el equipo completo para su nuevo desafío: los rollers.



Kunkel apenas si la acompaña en las caminatas domingueras por Florencio Varela, cerca del Cruce, donde tienen su casa. El diputado prefiere cocinar carnes y verduras en un horno industrial, un hobby que perfeccionó ante la falta de afinidad entre su mujer y las hornallas.



Desde 2007, la mayor exposición que Fioramonti alcanzó en el Senado hizo que su nombre sonara para suceder a Pereyra, en 2011. Pero Julio César decidió seguir por sexta vez y los Kunkel mantuvieron su fidelidad. Como siempre. Cuando Daniel Kunkel, hijo del primer matrimonio del diputado nacional, insinúo una candidatura similar, no le fue bien. Debió abandonar su banca de concejal, para emigrar a un puesto provincial.



Cuando salen de Florencio Varela, el alineamiento de los Kunkel con Pereyra transmuta en incondicionalidad hacia la Presidenta. "Sólo respondo al proyecto nacional y popular, que es uno solo. Lo que sea que tengamos que hacer con el vicegobernador, aunque nos critiquen y no se reconozca nuestro trabajo, lo vamos a seguir haciendo", repite hoy, decidida, Cristina Fioramonti. Ya no hace falta que digan que es la esposa de Kunkel. Con CFK alcanza.
 
La Nación

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