Vanesa ya está en su casa . De la angustia y los rezos con llantos, a la euforia, a la alegría y los besos. Todo pasó en poco más de 24 horas. Vanesa, la nena que el martes se cayó a un pozo de 23 metros de profundidad, ahora no para de correr. Juega con su muñeca, se hamaca y disfruta junto a sus primos y sus hermanos del enorme parque que rodea su casa, incluida en las amplias quintas de frutas y hortalizas donde su familia vive y trabaja. Vanesa volvió para felicidad de todos, después de la angustia más grande que sus padres vivieron en su vida. Por eso ayer, Claudia Calle y David Mamani, igual que la abuela Paulina,no podían disimular el placer de tenerla con ellos
Apenas salieron del hospital “El Cruce”, el más grande de Florencio Varela, fueron para su humilde y prolija casa. Allí viven todos, junto a otros trabajadores, cada cual en su lugar.
A metros del hogar que vio nacer a Vanesa tres años atrás está el pozo que los hundió en la desesperación durante la noche del martes. Ahora tiene una cinta de peligro que ya está tirada sobre el pasto, y una capa de cemento para evitar una nueva tragedia.
La vida en el barrio Los Pilares, en el enorme y pobre Florencio Varela, no es sencilla. Las horas de trabajo en los campos de cultivo son interminables, de día y de noche; los grandes y los chicos.
Clarín corroboró ayer durante una recorrida que hay menores trabajando, colaborando con sus padres en los campos frutales, aprendiendo el oficio.
Es complicado llegar al barrio. De los pocos carteles de señalización que hay, un buen porcentaje corresponde a obras que no se sabe muy bien si se hicieron. En las esquinas no hay indicaciones ni de nombre ni del sentido de las calles, que son de tierra, o semi pavimentadas, y todos viven “al lado de...” o “pasando la capilla, unos doscientos metros”, “tres portones más a la izquierda”. Así funciona.
El barrio contiene fuerte concentración de familias del Norte argentino y de Bolivia. Se respira tranquilidad, no hay demasiado movimiento y los muchísimos perros juegan entre ellos toda la tarde, cuando no toman alguna de sus reiteradas siestas al sol.
Muchos vecinos de la zona se volcaron al evangelismo, credo que los une y los hermana, según dicen. “ Dios está en todos lados, y estuvo al lado mío y de Vanesa para que nada le sucediera ”, le dice a este cronista David, el papá, que trabaja hace cinco años en la chacra. De hecho, son muchas las veces por semana que los vecinos del barrio se reúnen en el templo para orar juntos. Inclusive el domingo, cuando pasan hasta tres veces en el día por allí.
Sus vidas cambiaron, dicen a coro Claudia y David. Mientras, Johnatan, el más chico de los tres hijos, tose fuerte y moquea por una infección que hizo que lo llevaran el martes a la tarde al hospital, justo en el momento en el que Vanesa se cayó al pozo.
Empieza a atardecer y David cuenta parte de su vida. Su trabajo, su viaje de Potosí a Buenos Aires, su vida en la huerta. Cada noche, David carga en su destartalada camioneta lo cosechado por su hermano y lo lleva al mercado grande, donde vende el cajón de frutillas a diez pesos para que luego valga más del triple en las verdulerías. Trabaja desde la una de la mañana hasta que se finaliza todo el recorrido, sin parar. “Si hay trabajo, entonces voy todos los días”, dice contento.
La familia sigue ahora con su vida, como si no hubiera pasado nada. Aunque, lo saben, nunca olvidarán el drama que acaban de vivir. Todos rezaron durante el salvataje, pero confiaron en los rescatistas y todavía se ponen nerviosos cuando se acuerdan de los que pasó, y de la llegada de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner al hospital, donde los visitó anteayer.
“No supe qué decir, es verla en afiches y de pronto estar con ella”, recuerda David. También menciona que la primera mandataria le preguntó: “¿Cómo puede haber un pozo destapado”? No supieron qué responderle.
lunes, 22 de noviembre de 2010
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