martes, 16 de noviembre de 2010

VIKINGO - La película de José Celestino Campusano sigue cosechando elogios

El varelense José Celestino Campusano es un cineasta atípico. Esto no es un juicio de valor, sino algo que se desprende al repasar distintas notas que el propio director y guionista dio en los últimos tiempos. Campusano, por ejemplo, trabaja como vidriero en Berazategui ya que necesita “trabajar para vivir”, quilmeño de orígen y radicado desde hace años en Florencio Varela



Este director sólo trabaja con “elementos genuinos”, según confiesa a Página/12. Por eso toma historias de la vida real, moldea guiones de tinte biográfico y convierte a los protagonistas en casi-actores (en realidad, se interpretan a sí mismos en pantalla).

Otra característica distintiva de Campusano es que filma sus relatos en el conurbano bonaerense gracias a la “riqueza humana” de una zona donde conviven cerca de catorce millones de individuos. Las capitales del mundo, asegura el cineasta, se parecen y “comparten posibilidades y vicios”.

Esta breve introducción nos permite acercarnos a Vikingo, el tercer largometraje (segundo de ficción, ya que debutó con un documental) de Campusano que se estrenó el jueves 4 en varias salas argentinas. Los protagonistas, actores no profesionales como comentábamos líneas arriba, son Rubén Orlando Beltrán, Armando Galvalisi, Alejandro Méndez y Gabriel Rogelio Méndez.

El Vikingo (Beltrán) es un motoquero que basa su vida en el honor y el respeto. Uniformado de color negro, pelilargo y con más de 100 kilos de peso, su aspecto realmente lo asemeja a un guerrero de la antigüedad. Tanto el Vikingo como sus compañeros motociclistas se movilizan en vehículos de fabricación de casera y se abstienen de involucrarse en delitos.

Viviendo en un barrio periférico y con estos argumentos morales, no resulta extraño que el Vikingo se enfrente con personas como Villegas, un adolescente sin códigos que trafica drogas y desprecia la vida. El conflicto se acentúa cuando Villegas se acerca a Julián, el sobrino del Vikingo.

El arribo de Aguirre, un motociclista vagabundo que necesita ayuda y que es alojado por el Vikingo en su vivienda, termina por inclinar la balanza en medio de la tensión.

Vikingo ya fue exhibida en diversos festivales, obteniendo excelentes repercusiones. En Mar del Plata, se hizo acreedora de una Mención Especial del Jurado y del Premio FIPRESCI, mientras que, en Pantalla Pinamar, se quedó con el Balance de Plata. El filme también llegó a Chile, Bélgica, Polonia y Alemania.

El blog Con los ojos abiertos define a la propuesta de Campusano como “la puesta en escena de una ética determinada”. Dicha ética, prosigue el análisis, parece anclada en mandatos cristianos, como no desear la mujer del prójimo, cuidar a la familia o ser solidario con el prójimo.

Para Emiliano Basile (Escribiendo Cine), Vikingo no es un drama sino “una suerte de épica moderna”. El director no pretende hacer una denuncia ni un juicio: su objetivo es narrar una historia a partir del corazón de sus protagonistas.

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