martes, 12 de julio de 2011

Amparar del frío con algo más que sopa y abrigo


Antes de irse a Constitución a tomar el tren a Florencio Varela, donde viven en una "casita" levantada con nylon, los chicos pudieron disfrutar de un momento de compañía y distensión. No lo dicen, pero se les nota en la cara.  Todas las noches, voluntarios recorren las calles céntricas para asistir con alimentos, frazadas y compañía a las personas sin techo



Apenas ven acercarse al grupo con las bolsas y los termos, Isaías y Gabriel, dos hermanos de 15 y 17 años, dejan los secadores que estaban usando para limpiar parabrisas en el cruce de 9 de Julio y Mitre. Después de un afectuoso saludo, aceptan un vaso de sopa caliente y un par de chocolates. Se sientan en la plazoleta a charlar un rato, cuentan que por suerte la noche no está tan fría como días anteriores, y Gabriel se anima a pedir un ibuprofeno y una frazada porque anda engripado.


Las recorridas que realiza durante el invierno la Red Solidaria, de lunes a lunes, de 20 a 23, parten de premisas claras: que todas las muertes producidas por el frío son evitables y que las personas en situación de calle, con afecto y compromiso, son recuperables.



Cuenta Manuel Lozano, director de Red Solidaria desde hace tres años y uno de los tantos que caminan la ciudad para dar una mano durante las noches de invierno, que hoy los voluntarios en la Capital alcanzan los 800. Y que si se les suma los que colaboran en Rosario, Resistencia, Córdoba y Concordia llegan a los 1200. De todas maneras, Manuel dice que es necesario que se sume más gente, sobre todo, viernes, sábados y domingos, los días de menor convocatoria.



"Esto empezó en el invierno de 2009, cuando salíamos de recorrida con dos amigos una vez por semana. En 2010, se me ocurrió la locura de hacerlo de lunes a lunes, y fueron 120 días en los que terminaron sumándose 650 personas. Hoy ya somos 1200, y la mayor riqueza es la heterogeneidad: quienes participan van desde chicos de ocho o nueve años que vienen con sus padres hasta personas de 80 años", dice Manuel a LA NACION, durante la recorrida del último viernes.



La movida arranca a las 20, en la esquina de Riobamba y Bartolomé Mitre, donde se reúnen los voluntarios que se han comprometido a ir ese día de la semana, con la sola condición de llevar un termo con agua hirviendo. A media cuadra de ahí está el depósito, un subsuelo cedido por la cadena de gimnasios Megatlón donde se guardan las donaciones y se arman las bolsas para los distintos recorridos.



Es viernes y se juntan poco más de 50 personas. Manuel reparte las carpetas que detallan las cuadras por recorrer y que llevan un registro de las personas de esas rutas con las necesidades, particularidades, enfermedades o adicciones que tienen. En el centro, se han delimitado 22 zonas con cerca de 50 manzanas cada una, a las que se suman dos más, una en Villa Devoto y otra en Villa del Parque.



Antes de partir, Manuel da unas pocas indicaciones: pide que den una sopa por cabeza porque las 40.000 que donó Knorr a mediados de mayo -cuando arrancaron las recorridas de este año- ya se están terminando, que las cucharas las vuelvan a usar porque hay pocas, y que las frazadas las entreguen sólo a quienes las necesitan, porque van a ser importantes después de la próxima lluvia.



Gabriel es uno de los que recibe una frazada. Y mientras el chico toma la sopa sentado al lado de Manuel Lozano le pide que le enseñe. Manuel no entiende y le pregunta a qué se refiere. "Si me podés enseñar la escuela -dice-, porque tuve que dejar y quiero aprender." Manuel le promete que algo van a hacer al respecto y, después de un rato, revela que más allá de las muchas recorridas hechas no deja de sorprenderse y emocionarse.



En la plaza de Tribunales, Manuel retoma con Javier, un muchacho de 25 años que tiene armado un ranchito entre algunos árboles, la charla que habían arrancado días antes sobre aquello de que cada persona nace con un propósito en la vida.



-El mío es cambiar la realidad que vivimos -dice Manuel.



-¿Y vos pensás que lo vas a poder hacer? -retruca Javier.



-Si cada uno contribuye con el 5 por ciento que puede, pienso que sí.



Javier se queda pensando, y dice que el suyo es cambiar. Tener DNI y conseguir un trabajo, porque no quiere un subsidio habitacional. "Lo importante es que tengo que salir yo", asegura, y se compromete a armar un currículum con la ayuda de Manuel.



Gabriela, una voluntaria que hace la recorrida por primera vez, le ofrece una sopa, pero él le dice que no, que la guarde para otros que lo necesiten más. Sólo acepta unos chocolates.



Durante el tramo final de la recorrida, Manuel dice que el concepto de solidaridad que hay en la calle no existe en otros ámbitos. "Y para nosotros, la sopa, más que un fin en sí, termina siendo una herramienta que permite establecer un vínculo con las personas", agrega.



Para sumarse a las recorridas o dar una mano se puede llamar al teléfono 011-4796-5828.

La Nación

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