domingo, 25 de julio de 2010

El gas no es “Para Todos”

A unas pocas cuadras de la estación Ardigó del Ferrocarril Roca, en pleno Florencio Varela, hay poco gas natural. La garrafa de 10 kilos, que tiene un precio oficial de $ 16, se vende por arriba de 20. Los compradores ni chistan y pagan lo que les piden. Después de todo, hay que pasar el invierno. El costo del gas de los vecinos de Florencio Varela es cuatro veces más que el que paga un vecino del barrio de Belgrano en la Capital Federal
Un vecino que vive en Olleros y Luis María Campos, en pleno barrio de Belgrano, paga por Internet, cómodamente instalado en su departamento, una factura de gas: $ 40 por bimestre. Si el hombre viviera en Brasil, ese mismo consumo saldría $ 1044: 27 veces más.

Acindar, Siderar, Siderca y cuanto gran consumidor de gas o electricidad haya en el país reciben llamadas del Gobierno. ¿La orden? Consumir menos, apagar lo que se pueda, adelantar vacaciones de personal o aprovechar para hacer las paradas técnicas en los momentos en los que todos demandan al sistema energético.

Así transcurren los días, sean de frío o de calor, en la Argentina. La energía no alcanza para todos cuando la temperatura hace de las suyas. No hay manera de calefaccionar o refrigerar a más de 40 millones de argentinos juntos y, mientras tanto, hacer funcionar a la industria. O una cosa u otra. Y no se puede decir que no se han destinado miles de millones para atenuar la crisis. Los números sorprenden. Desde el 1° de enero de 2004, cuando el Gobierno empezó a subsidiar la energía, se gastaron $ 53.744 millones. ¿Qué significa esta monumental cifra? Que desde el primer instante de 2004, se gastan 254 pesos por segundo; cada seis, se va un sueldo mínimo y cada 60, la billetera oficial destina $ 15.277 para que no se apaguen las bombitas y las hornallas. Las cifras, recopiladas por LA NACION, están a la vista en los informes de ejecución presupuestaria que año tras año publica la Asociación Argentina de Presupuesto (ASAP), que a su vez, se elaboran con los datos que publica en Ministerio de Economía.

Sólo para ilustrar bien vale la comparación. El dinero que necesitará para afrontar en un año la Asignación Universal por Hijo llega a $ 8000 millones, muy lejos de los 53.744 millones que se fueron en subsidios desde 2004. Más comparaciones: el presupuesto del Ministerio de Educación para este año llega a $ 15.612 millones; y el dinero con el que contará el ministro Lino Barañao para responder a las demandas de la ciencia, la técnica y la innovación en 2010 será de 2115 millones.

¿Qué ha sucedido para que la energía se convierta en una suerte de frazada corta? Todo podría resumirse en una palabra: exploración. Sin que se perforen nuevos pozos, sean de gas (insumo para las centras termoeléctricas) o de petróleo (cuyos derivados también se pueden usar en esas generadoras), no habrá nuevos descubrimientos. Y sin descubrimientos, jamás se podrán reponer las reservas que día a día se consumen. Y si no hay reservas, no habrá energía.

¿Quién debe explorar? O el Estado o los privados; no hay otra opción. ¿Y quién invirtió en la Argentina en los últimos años? Lo contestan los datos de pozos realizados que surgen de un informe del ex secretario de Energía Alieto Guadagni. "En las últimas dos décadas se distinguen dos etapas en la producción de petróleo. En la primera (1990-1998), la producción subió un 75,3%. El nivel de producción de 1998 (49,1 millones de metros cúbicos) es el mayor de toda nuestra historia. A partir de ese año comienza un período que ya lleva 12 años consecutivos de declinación productiva, en el cual en cada año se produce menos que en el año anterior", dice el trabajo.

Actualmente, se extrae casi el 30% menos que en 1998. Así, por ejemplo, la producción de petróleo de este año (34,8 millones de metros cúbicos) será un 3,6% inferior a la producción de 2009.

Uno de los indicadores más gráficos para entender por qué la Argentina no puede abastecer su demanda de energía en días de mucho calor o frío es el de pozos realizados. Según la estadística de la Secretaría de Energía, compilados por el Instituto Argentino de la Energía General Mosconi: "La inversión en exploración realizada en los últimos 30 años muestra una caída que no puede ser disimulada y que explica la situación en materia de reservas. En la década de 2000 se terminaron 484 pozos de exploración, menos de la mitad de los terminados en los 90, con una disminución aún mayor respecto de los de la década del 80; lo que muestra una tendencia declinante".

En el gas hay un panorama similar. "El deterioro que exhibe el país en materia de reservas hace que la producción de gas natural disminuya sostenidamente desde 2004; acumula una caída de 7,3% respecto a ese año", agrega el documento del IAE General Mosconi.

¿Y la electricidad? La cosa no está mucho mejor. Francisco Mezzadri, economista y ex presidente de la Cámara Argentina de Inversores en el Sector Eléctrico, dice que cuando se termine todo lo que se está construyendo en materia de generación, se agregará capacidad hasta 2014. "En 2002, el colchón de energía eléctrica que había [que surge de la diferencia entre potencia disponible y demanda máxima] era de alrededor del 22 al 25%. Ahora eso se redujo a menos del 10%", comenta.

Además de pozos y reservas hay varias maneras de medir la declinación energética. Por ejemplo, con el dinero que se necesita para mantener el sistema actual. En 2004, los subsidios que se destinaron al sector fueron de $ 418 millones; en 2009, el rubro llegó a 16.077 millones. ¿A qué se debe el salto? Pues a la necesidad de comprar combustibles para alimentar las fuentes de energía. Y a la decisión que tomó el Gobierno de no aumentar las tarifas y hacerse cargo de la diferencia que existe entre lo que sale generar energía y lo que paga el usuario. "Lo que no se paga como usuario, se paga como contribuyente", dice Guadagni.

Con el dinero público puesto al servicio de los subsidios y con la billetera privada guardada a la espera de reglas claras y precios competitivos, la inversión brilló por su ausencia. Héctor Huici es abogado del estudio M & M Bomchil y especialista en servicios públicos. "La escasa inversión privada pone en evidencia algo obvio: es imposible mantener y expandir la infraestructura energética sin contar con financiamiento. Y conseguir crédito es difícil y muy costoso sin reglas claras y confiables. La inversión estatal directa y en subsidios a quienes no los necesitan tiene un efecto regresivo en la distribución de los ingresos y priva al Estado de recursos para obras en sectores donde el capital privado no tiene interés en invertir", comenta.

Huici aporta otra característica del mundo energético desde que el kirchnerismo llegó al poder: "La industria no trabaja con parámetros claros de largo plazo, sino que está sujeta a los avatares de lo que aparece cualquier día en el Boletín Oficial o inclusive por notas que se publican en Internet o por instrucciones verbales de funcionarios sin autoridad legal para impartirlas. El sistema muta mediante parches diarios y no es fruto de la aplicación de una política con objetivos claros".

Nada de lo que sucede escapa a la política de precios. De acuerdo con el indicador de precios de energía, que elabora el estudio Montamat & Asociados, el petróleo y sus derivados se comercializan en el país al 70% de lo que se compra y vende en el mercado internacional que el informe toma como referencia. Para el caso de la energía eléctrica, el precio local es el 30% del que se paga en promedio en Colombia, Ecuador, Uruguay, Brasil, Chile, México y Perú; y el gas natural, apenas 20%. Con estos precios, ¿cuál es el principal problema energético argentino? Pues que falta gas. Allí está el talón de Aquiles de la oferta energética. Guadagni dice que del total de la energía que se consume en el país, el 87% corresponde al petróleo y al gas. En el mundo, esa dependencia es, en promedio, del 60% y en Brasil, del 40 por ciento.

Un segundo, $ 254. Otro segundo, 508. ¿Cuánto se tardará en revertir la caída de las reservas? Es un proceso largo, se cuenta en años, concuerdan Guadagni y Mezzadri. Pues entonces, a preparar la billetera: cada año tiene 31,5 millones de segundos.

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