A más de tres años de la muerte de Melisa Casco, nada cambió en el zoológico varelense, solamente y como medida de control, se trasladó al oso hormiguero «asesino» hacia otro sitio, lejos de sus semejantes, en un rincón. En todo momento los trabajadores del zoológico demuestran temores por las funciones que realizan y la falta de seguridad, no se quieren identificar, pero manifiestan sus preocupaciones; el caso de Melisa Casco les dejó secuelas imposibles de olvidar.-
El zoológico de Florencio Varela no ofrece condiciones de seguridad para sus trabajadores. El martes 10 de abril de 2007, a las 17:30, Melisa Noelia Casco, una cuidadora de 19 años, entró en la jaula de los osos hormigueros gigantes para alimentarlos. Ramón, uno de los animales, la atacó y le produjo numerosas heridas que dos días después ocasionaron su fallecimiento.
Lo paradójico del accidente es que ocurrió en el zoológico fundador del Proyecto Conservación del Oso Hormiguero Gigante, que se jacta de ser el centro nacional para «criar la especie en condiciones controladas y generar un programa de investigación y educación.» El Artis Zoo de Holanda y el EEP (Programa Europeo de Especies en Peligro), aportaron fondos para la iniciativa que, en uno de sus puntos, incluye la «capacitación especial de los cuidadores/educadores que participen del proyecto».
Todos los caminos del Zoo de Florencio Varela conducen a un edifico central, que tiene alrededor un gran terreno cercado y una escultura de veinte metros. Se accede a la construcción por puentes colgantes y adentro hay una sala moderna con pantallas de plasma que muestran documentales dedicados a la especie, juegos interactivos para «aprender más» y una placa de acrílico con agradecimientos en la que se menciona a la cuidadora muerta («Para MELISA CASCO, nuestro eterno recuerdo, de sus compañeros del Zoo»).
«Mirá, esos son los osos malos que mataron a la chica», dice una señora a su nieta, que se asusta y se va corriendo. Muchos de los que llegan a la jaula de los osos hormigueros hacen comentarios parecidos, como si el accidente hubiera funcionado como una publicidad para atraer visitas.
Un empleado cuenta que, por orden del dueño del lugar, Claudio Quagliata, todo lo relacionado a la muerte de Casco «es un secreto del que nadie puede hablar». Cuando se le pregunta a un cuidador qué medidas se tomaron luego del accidente, responde: «Y… cambiaron de jaula a Ramón».
Efectivamente, el animal que mató a la chica está lejos de los otros osos, en uno de los bordes del zoológico. Su nueva celda se divide en dos compartimientos, lo que permite encerrarlo de un lado y no tener contacto directo para dejarle comida y agua.
En su prisión, Ramón se mueve nerviosamente de un lado para otro y le gruñe a la gente. Hay un cartel con letras rojas que invita a «NO TOCAR». «Siempre fue violento y no se tomaron precauciones», señaló Cecilia Dominich, ex cuidadora del animal, horas después del ataque a Melisa Casco
Publicado en el periódico El Progreso
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario