viernes, 31 de diciembre de 2010

Mi papá, el periodista…


A pesar del dolor que aun siento, me queda una gran satisfacción (entre otras), siento que su “rol en la vida pública”, fue reconocida por mucha gente mientras él vivió. Sé que muchos lo respetaron, algunos lo admiraron, y que muchos también lo criticaron. Pero nadie pudo decir de él que no fue leal a sus convicciones, amplio de criterio, respetuoso del otro y por sobre todas las cosas, honesto, tanto en su profesión, como en su vida. Pero mas allá de “el Negro”, Romeo, Sr. Rosselli o “Romito”, según quien lo nombrara, yo recuerdo y extraño a mi papá.

Se que si pretenden pensar en él como periodista, yo puedo hablar (casi desde afuera), de lo que viví toda la vida. Me acuerdo cuando era chica, sus llegadas tarde, al cierre de la edición del diario donde trabajaba. Miles de anécdotas, me acuerdo del taller, del laboratorio fotográfico donde me dejaban entrar (Jorge Calvo y Tito Tascón, dos amigos) y yo me maravillaba con la magia del proceso de revelado. Ya en mi adolescencia, viví junto con él la creación de una FM, vi la construcción, la llegada de los equipos, las primeras transmisiones. Recuerdo su entusiasmo, su alegría, su compromiso con cada proyecto que emprendía.

Pero yo, extraño a mi papá. El que a pesar de no estar siempre en los actos, o en los paseos con mamá y mis hermanos, o a pesar de llegar tarde de noche, yo lo recuerdo presente en mi infancia, en mi adolescencia y ni hablar en mi adultez. En cada época de distinta manera. Pero siempre PAPÁ. Y en los últimos años, ABUELO. Y qué papá y qué abuelo. Paciente, siempre predispuesto al diálogo, inteligente, luchador, observador, divertido… Cuando pienso cómo definir a mi papá, pienso en la palabra Libertad.

Siempre creyó que bebíamos sentirnos libres, libres para decidir, libres para pensar, libres para vivir. Sin juzgar a nadie, sin perjudicar al otro, todos con los mismos derechos. Hace unos meses se aprobó, tras larga lucha, la ley de matrimonio homosexual. Un tiempo antes, en una charla con él, pese a que no estaba convencido de estar a favor, me terminó diciendo: “pero… ¿Quién soy yo para prohibirle a alguien obtener un derecho?”. Esa frase, para mi lo resume, siempre luchó, desde distintos lugares, para garantizar la igualdad de derechos para todos. Esa manera de vivir, compartida obviamente por mi mamá también, es la que nos legó. Pienso y siento la vida con mucho compromiso por todo lo que hago. Intento, desde cada rol que ocupo, actuar en consecuencia con lo que él, con su ejemplo me enseñó. Intento que mis hijos recuerden a su abuelo como lo que fue para ellos, un amigo, un profesor de ajedrez, el “mago Fafa”, quien les inculcó la pasión por el Defe, alguien capáz de hacerlos reír, de inventarles historias y hasta de cantar con ellos como nunca lo había escuchado yo. Pero también intento que sepan la importancia de pensar en el otro como un igual, que sepan que el respeto, la dignidad, el diálogo, el compromiso, la solidaridad, son elecciones de vida que vale la pena hacer. Como lo hizo su abuelo, como lo hace su abuela y como intento hacerlo yo.

El año pasado, encontramos en su agenda, como si supiera que no iba a estar mas con nosotros, un texto que no se cuándo escribió, pero del que creo que vale la pena citar una frase a modo de deseo para el futuro: …”Celebremos que la Luz es posible y que tendrá vigencia por siempre en la medida en que cada uno de nosotros decida alimentarla. Echemos juntos a los mercaderes del templo, comprendamos a quienes no saben lo que hacen. Aprendamos a ser felices compartiendo..............

Fernanda Rosselli

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